LA PARÁBOLA DEL GRANO DE MOSTAZA
El crecimiento inconveniente de una iglesia
“Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” Mateo 13: 31-32
No deja de sorprender el hecho de que El Señor les hablaba a los suyos mediante parábolas, las cuales eran narraciones comparativas, cuya verdad y enseñanza estaban ocultas en una especie de “codificación” o “encriptación”, y que solo se podía “decodificar” con la propia escritura y la necesaria dependencia del Espíritu Santo.
Dios le decía a Jeremías: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). No olvidemos que fue El Señor quien les abrió el entendimiento a sus amados discípulos para que comprendiesen las escrituras (Lucas 24:45). No basta solo con leer, sino que se debe depender de la guía del Espíritu Santo para entender lo que el texto revela. De ahí la frase del Señor: “el que lea entienda” (Mateo 24:15).
En este caso en particular, El Señor les enseña acerca del reino de Dios mediante la parábola del grano de mostaza, la cual es descrita como la semilla más pequeña, pero que cuando crece, puede llegar a ser la mayor de las hortalizas, y hasta un frondoso árbol donde vienen las aves y hacen nidos en sus ramas. ¿Qué significa todo este relato comparativo?
La parábola y el dominionismo
En primer lugar, es necesario comentar que la interpretación más común y aceptada, (lo que no significa necesariamente que sea la correcta), es aquella que dice que la semilla representa el evangelio que comienza como una “pequeña semilla” en el inicio de la iglesia, pero que crecería en el transcurso de los años, de tal manera que impactaría al mundo entero hasta convertirlo en su gran mayoría. Esta interpretación es usada por lo general por aquellos que tienen la perspectiva dominionista, conocida actualmente como la teología del “kingdom now o reino ahora”. Ellos insisten en que todas las parábolas del reino anuncian el aumento de un evidente y potente “impacto de Dios” acá en la tierra, y por tal razón, siempre están en búsqueda de lo que llaman “avivamiento”; pretendiendo conquistar a como dé lugar, el poder temporal; usando la cultura, el arte, la política y todo lo que signifique influir en la sociedad con la expansión del reino. Se dice que “el ámbito de aplicación de esta parábola de la semilla sembrada es mostrar que los principios del evangelio serían pequeños, pero su postrer estado será muy grande”.
El problema de esta interpretación es que si la analizamos a luz de todo lo que viene diciendo El Señor desde la parábola (madre) del “sembrador” (Mateo 13:1-4), pasando por la del “trigo y la cizaña” (Mateo 13: 24-30) y culminando con la parábola de la “levadura” (Mateo 13: 33), ninguna dice, ni tan solo sugiere la idea de un crecimiento positivo, sino que advierte de un lóbrego resultado que se proyecta al futuro, es decir, las cuatro parábolas citadas, no anuncian promesas positivas, sino que advertencias negativas. Por ejemplo, en el caso de la parábola del sembrador, se dice que las aves son símbolo del diablo y sus demonios (Mateo 13: 4, 19) que “arrebatan” la semilla (compare Mateo 11:12), se habla de una fructificación que va de “más a menos”, es decir, “a ciento, a sesenta y a treinta por uno” (Mateo 13: 8,23), al contrario de lo que los dominionistas reclaman, de que el reino irá de menos a más.
En el caso de la parábola del trigo y la cizaña, el escenario también es pesimista. Allí aparece el enemigo sembrando la cizaña, y en cuya enseñanza no vemos ningún supuesto “avivamiento” mundial allí. Lo mismo observamos con la parábola de la “levadura”; allí aparece una “mujer” (compare Apocalipsis 17), que esconde levadura en tres medidas de harina hasta que todo fue leudado. Nunca una obra oculta podría ser validada por la biblia, al contrario, las buenas obras siempre son hechas a la luz (lea Juan3: 19-21). Por su parte, la levadura nunca es símbolo positivo en la biblia (Mateo 16:6; Lucas 12:1; 1ª Corintios 5:6-8; Gálatas 5:9) Por lo tanto, ¿Qué de positivo podría tener este relato, si no una clara advertencia de la característica absolutamente negativa que vendría al mundo?
Ahora, considerando la historia de la humanidad en dos mil años de cristianismo, no queda otra alternativa que reconocer honestamente que las cosas no han mejorado, sino que han ido en franco descenso; y esto, a pesar de los avances tecnológicos actuales que ha traído mucha comodidad y prosperidad terrenal a los hombres. Pero no nos engañemos, porque la generación de Caín era prospera en términos económicos y en arte, pero decrépitos en moral y espiritualidad (Génesis 4: 16-22). ¿Será entonces que la parábola del grano de mostaza tendrá otra interpretación distinta a la que clásicamente se ha enseñado?
La verdad es que Cristo fue muy claro en decirnos que los días finales iban a ser extraordinariamente difíciles, al contrario de lo que nos enseñan los actuales maestros dominionistas. Él habló de engaños, guerras, pestes, terremotos, aumento de la maldad (anomia), etc. (lea Mateo 24), y es lo mismo que ratificaron sus apóstoles en muchos pasajes bíblicos (lea Hechos 20: 28-29; 1ª y 2ª Timoteo; 2ª Pedro 2, 1ª Juan), entre otros pasajes. Por lo tanto, la parábola de la “mostaza” debe ser interpretada en el marco de ese mismo contexto directo, y en conformidad a todo lo que revela la biblia en relación con el último tiempo.
La semilla más pequeña
Jesús dijo que: “el reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo”. Lo primero es no olvidar que la parábola es un relato comparativo, es decir, la siembra de una semilla de mostaza y su resultado final, ayuda a un mejor entendimiento de algo inconmensurable como lo es el reino de los cielos, del cual Jesús dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” Juan 18:36. Esa imagen que ni siquiera el procurador de Roma Poncio Pilato pudo entender, es lo que se proyecta a partir de algo tan diminuto como un grano de mostaza. Por tal razón, es muy interesante comentar dos aspecto del grano de mostaza.
En primer lugar, es una semilla muy diminuta cuyo diámetro puede ir de 1 mm a 2 mm aproximadamente. Lo que nos sugiere la enseñanza de que el reino de los cielos se siembra mediante una pequeña semilla, que, para la lógica humana, podría ser despreciada o subestimada. El propio Señor Jesucristo comparó el tamaño de esta semilla con la poca fe de sus discípulos (Mateo 17:20) Quizás podríamos preguntarnos: ¿Qué de bueno podríamos obtener de una semilla tan pequeña?
Nunca olvidemos que El Señor Jesucristo, quien es el autor y consumador de todo este plan soberano (hebreos 12:2), fue menospreciado y desechado; considerado como “raíz de tierra seca” (Isaías 53: 2-3). Sin duda, que la primera venida de Jesús significa la consumación del plan de redención de su pueblo, mediante su muerte en “debilidad”. Nadie esperaba un rey pequeño, cual grano de mostaza; pobre, débil y muriendo como un perdedor. Sin embargo, ahora entendemos que nuestro Señor Jesucristo debía morir en debilidad, pero resucitar en poder. Él murió como invicto vencedor ante el pecado, la muerte y aquel que tenía el dominio de la muerte (hebreos 2:14) Cristo, hablando de su muerte decía:
“De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” Juan 12:24
Nadie puede negar que nuestro Señor Jesucristo se revistió de humanidad y de debilidad tanto física como socialmente. Los religiosos se asombraban de él, al ver aquella evidente dicotomía entre su apariencia física y procedencia socioeconómica, con su profunda y magistral enseñanza que tapaba la boca a cualquier letrado que pretendía desafiarlo mediante preguntas capciosas y malintencionadas. Sin duda, era Dios hecho hombre. Cuando Él estaba en la cruz, la gente se burlaba; meneaban la cabeza y estiraban la boca profiriendo palabras de blasfemia contra él. El Señor Jesucristo proyectó en su cuerpo, obra, muerte y resurrección, aquella diminuta semilla de mostaza que cae a tierra; muere y revive para llevar mucho fruto. Tal cual Pablo lo enseñaba:
“Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” 1ª Corintios 15: 36-38
El pequeño grano de mostaza habla precisamente del inicio de la revelación del reino de los cielos que comienza con la primera venida y muerte de nuestro Señor Jesucristo, y que se proyecta de una manera gloriosa hacia aquel día en que Él volverá por segunda vez a la tierra; ya no a morir en debilidad, sino que a reinar en poder y gran gloria (Mateo 24: 30).
El sembrador en “su” campo
En segundo lugar, el relato hace alusión a un hombre que tomó este pequeño grano de mostaza y lo sembró en su campo. ¿Quién es este “hombre” y cual es “su” campo? La biblia nos enseña que hay un autor y consumador de todo el plan de redención. No es el hombre que se encumbra al cielo, sino que es el Dios todopoderoso, quien, en una manifestación de amor, gracia y misericordia, desciende del cielo para salvar al más vil pecador. La biblia dice que todo proviene de Él, se hace por Él y se hace para Él (Romanos 11:36). Es Dios Padre que envía a su hijo a morir por nosotros (Juan 3:16). Es Dios Padre quien nos trae hacia el Hijo (Juan 6:44). Es Dios Padre, cual labrador, quien nos injerta en la Vid verdadera (Juan 15, Romanos 11: 17-24), y quien prepara y siembra la tierra para que esta, esté apta para recibir la semilla (Mateo 13:8, 23)
Ante este argumento que mana de sola la Palabra de Dios, creemos que aquel “hombre” que tomó la semilla es Dios Padre, y que ejerce soberanía sobre “su” campo. Nunca olvidemos que cada palabra es muy importante, y en particular este posesivo “su”, que apunta a un lugar que le pertenece a Dios, y que en ese lugar Él hace como quiere porque Él es Soberano. Esto no solo se deja ver en este pasaje en que este “hombre” siembra en “su” campo, sino que lo vemos en la parábola previa a la que estamos estudiando.
Es la parábola del trigo y la cizaña, donde también aparece este mismo “hombre” que sembró buena semilla en “su” campo (Mateo 13: 24). Es interesante resaltar que al final de esta parábola, y haciendo alusión al tiempo del juicio, este “hombre”, “Señor y padre de familia” (Mateo 13: 27) da la orden de separar la cizaña para quemarla, y recoger el trigo para llevarlo a “su” granero. Allí aparece nuevamente este posesivo que habla de aquella prerrogativa soberana de Dios, y que a veces pasa desapercibida. Cual Dios Soberano, el hace uso de “su” aventador para limpiar “su” era, y recoger “su” trigo para llevarlo a “su” granero (Mateo 3:12). Todo le pertenece a Él. La biblia dice que: “A lo suyo vino” (Juan 1: 11a) y que hace salir “su” sol sobre justos e injustos (Mateo 5:45)
La parábola proyectándose hacia el futuro
La parábola de la semilla de mostaza presenta el asunto de un crecimiento anómalo de una hortaliza, a tal punto, que, desde un arbusto, crece un árbol frondoso, y que se transforma en un lugar de nidos de aves. Como ya se ha señalado, en la parábola del sembrador, las aves son interpretadas por Cristo, como el diablo:
“Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron…Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino” Mateo 13:4,19
La expresión “viene el malo” que en otras versiones aparece como “el maligno”, no podría apuntar a otro, sino que al mismo diablo. Ahora, considerando que habla de “aves” en plural, podríamos perfectamente interpretarlo como un tipo de “satanás y sus demonios”. El evangelio de lucas lo dice así:
“El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron…Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” Lucas 8: 5, 12
En este texto, Lucas usa el término griego “diabolo” (διάβολος) que identifica personalmente a satanás como aquel que arrebata la semilla. Por lo tanto, aplicando la misma línea interpretativa, podríamos entender que “las aves” que hacen sus nidos en el árbol que creció de manera anómala a partir de la semilla de mostaza, es una verdadera guarida de satanás y sus demonios. No en vano, Dios describe a la ramera de Apocalipsis como albergue de toda ave inmunda y aborrecible (Apocalipsis 18:2).
Si aplicamos directamente la parábola de la semilla de mostaza hacia el comienzo y desarrollo del cristianismo, observaremos que en los primero siglos, las comunidades cristianas eran pequeñas, y que representaban fielmente el carácter y esencia de Cristo. Los creyentes al igual que a su Señor, fueron despreciados y subestimados. No eran atractivos para el mundo, sin embargo, ellos perseveraban fielmente en la doctrina de Cristo y de sus apóstoles. Pero algo ocurrió, ya que esta iglesia incipiente dejó de ser “un arbusto”, y de modo extraño se transformó en un “árbol frondoso” anidando entre sus ramas el cuartel del mismo satanás. Es el inicio de un “cristianismo” sin Cristo.
La parábola y el punto de inflexión del siglo IV
Nadie puede negar que el siglo IV mostró un punto de inflexión en la historia del cristianismo. Muchas de las comunidades cristianas sufrieron una deformación de la columna vertebral de su doctrina, y su rumbo y esperanza cambió de manera radical.
De ser iglesias pequeñas y sencillas, “mordieron el anzuelo” para transformarse en una institución robusta y reconocida por el estado, creyendo que con tal “prestigio” podrían evangelizar y conquistar el mundo para el reino de Dios. De un organismo, pasó a ser una organización. De un cuerpo, cuyos miembros se ayudaban mutuamente, se transformó en una organización jerarquizada, dividiendo sus propias membresías entre el clero y el laicado. Allí se consolida la doctrina “nicolaíta” que Dios tanto aborrece (Apocalipsis 2:6).
No olvidemos que el emperador Constantino el grande, les organizó un suntuoso concilio en la ciudad de Nicea en el año 325 d. C, en donde los obispos de las iglesias, sin discernir nada, fueron encandilados por las “luces”, y atraídos por la clásica “alfombra escarlata”, dando voces de ¡aleluya!, porque “al fin la iglesia era vindicada” por el estado. ¿No le parece similar a lo que hoy celebran los evangélicos que se rinden ante el giño de ojos de los políticos de turno?
Podríamos decir que a partir del siglo IV el arbusto de mostaza creció de manera anormal, a tal nivel de transformarse en un gran árbol que albergó a satanás y sus demonios; aceptando doctrinas erróneas, y lo peor, cambiando radicalmente la perspectiva y esperanza. Es como comenzar a ver el cumplimiento literal de la profecía de Pablo dicha a Timoteo:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” 1ª Timoteo 4:1
De ser una iglesia peregrina y de esperanza celestial, se transformó en una institución arraigada en los poderes temporales. De tener una doctrina premilenarista; anhelando el reinado justo de Cristo en la tierra, y el cumplimiento de la oración de Mateo 6:10: “venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, comenzaron a concebir la iglesia como una reina que gozaba de su reino “aquí y ahora”. De estar conformes con reuniones en pequeños locales y las casas de los hermanos, incluyeron la estética en proyectos de grandes templos al igual que la madre iglesia católica romana.
No olvidemos que el cimiento de esta falsa doctrina, lo puso el tan alabado Agustín de Hipona, a partir de su obra literaria “La ciudad de Dios”. Desde allí hubo una idea distorsionada de la verdad de lo que es una iglesia en su sentido original. Agustín consolidó la idea dominionista de que la iglesia era en sí misma “el reino de Dios” en la tierra. Por tal razón, a las grandes arquitecturas que se diseñaron para reunir a esa “iglesia”, se les llamó “basílicas”, cuya palabra deriva del griego, y que significa “reino”; de ahí que muchos enseñaron que, al entrar a esos suntuosos templos, entraban literalmente al reino de Dios.
El propio Dr. Albert Mohler, un connotado clérigo bautista estadounidense, en el contexto del incendio de la catedral Notre Dame en Francia el 15 de abril del año 2019, dijo:
“La construcción de Notre Dame comenzó en 1163. Esto marcó el surgimiento de la arquitectura gótica, un estilo cargado de significado teológico que comunicaba la trascendencia y la gloria de Dios…la humanidad debe sentir su propia pequeñez cuando entran en la grandeza de una catedral como Notre Dame. El mensaje enviado por la arquitectura gótica dentro de la tradición cristiana es claro: “Este edificio es sobre Dios, no sobre ti” …debemos lamentar la pérdida de Notre Dame. Los cristianos entienden el propósito de una catedral, no como un símbolo del orgullo nacional, sino como un lugar de culto. Las grandes catedrales góticas convocaron a aquellos que entraron a contemplar lo eterno, lo trascendente, la gloria de un Dios santo e infinito. Las catedrales fueron el centro teológico de la civilización occidental. La cosmovisión cristiana no era solo una opción en la Europa medieval, era la única cosmovisión y gobernaba todas las esferas de la vida… lamentamos la pérdida de esta gran maravilla arquitectónica, que fue un testimonio masivo de la centralidad del cristianismo en la civilización occidental”
Si esta declaración de un pastor, supuestamente “protestante”, no le llama la atención, la verdad es que Ud. está muy poco sintonizado con la biblia y con la historia de los verdaderos cristianos que fueron martirizados por la ramera de babilonia llamada Iglesia Católica Romana. Pero para mayor enfoque en las barbaridades expresadas por el Dr. Mohler, por favor lea cuidadosamente lo siguiente:
“De hecho, los reformadores protestantes mismos habrían lamentado la pérdida de esta gran catedral, un símbolo del cristianismo que intentaron reformar…El historiador de la iglesia que hay en mí, no puede dejar de lamentar las trascendentales pérdidas de este trágico incendio: ahora se destruye un órgano del siglo XVI y se han derretido las vidrieras más grandes de la historia de la cristiandad. Quizás el momento más triste llegó cuando la aguja icónica en el centro de la catedral se derrumbó cuando el infierno ardiente envolvió su estructura. Esa aguja apuntaba a los cielos y la cruz en su pináculo apuntaba al reino soberano de Jesucristo.”
Fuente: https://albertmohler.com/2019/04/16/history-burning-before-our-eyes-the-tragedy-of-notre-dame-and-the-soul-of-modern-france
Muchos predicadores y maestros suscriben absolutamente lo dicho por el Dr Mohler, y validan su enseñanza, en la interpretación de que el grano de mostaza crecería de modo robusto, a tal punto de hacerse un árbol frondoso. Lo curioso de todo esto, es que el Dr. Mohler no hace ninguna alusión a las especies de gárgolas e íconos de seres demoníacos que invaden esa mítica catedral siniestrada, y que muestra de modo exacto y literal el cumplimiento de la profecía de la parábola del grano de mostaza cuando hace alusión a que las aves (demonios) hacen nidos en las ramas de aquel árbol. Apelo al proverbio popular que dice: “no hay peor ciego que aquel que no quiera ver”.
NIDO DE AVES
Como ya se ha señalado, la biblia interpreta el significado de las aves que hacen nido en las ramas del árbol que creció a partir del pequeño grano de mostaza. Es el diablo y sus demonios quienes han construido una guarida o madriguera permanente, desde donde “en nombre de Cristo” urden los más engañosos planes para engañar, si fuere posible, aun a los escogidos.
El Señor Jesucristo, ante la pregunta de sus discípulos respecto a las señales de los tiempos, les respondió de modo categórico: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4-5) A partir de este texto entendemos que la característica del último tiempo será el engaño. Nunca vemos al Señor ni a los apóstoles anunciando de modo claro y directo, un tiempo de “avivamiento” o crecimiento exponencial del cristianismo, pero sí, advirtiendo insistentemente de la venida de un tiempo de engaño y de un precario estado espiritual.
Aquí llegamos a un punto muy interesante en nuestro análisis. La palabra engaño está compuesta por dos términos; “EN” que indica la idea de entrada (in), y el término “GAÑO” que indica la idea de ruido; lo que apunta al significado de “introducir ruido” que socava el “sonido nítido y puro de la verdad”. Por ejemplo, cuando hablamos de un sonido de “alta fidelidad” (HiFi), estamos describiendo la calidad de un sonido “fiel” y sin ruidos. En la medida que el sonido es mas fiel, es porque los ruidos externos disminuyen. Por lo tanto, hablar de engaño sobre poner algo que hace muy difusa la imagen nítida de la verdad, y hasta se parece a la verdad. Por eso las advertencias bíblicas a estar atentos. El “ruido” de la mentira dificulta oír la verdad en su pureza. Ese el tiempo que vivimos; hay mucho ruido; mucha influencia espuria; de ahí que Cristo nos invita a orar a nuestro Padre con la puerta cerrada (mateo 6:6).
Por otro lado, el término usado en la biblia para la palabra “engaño” es “planao” (πλανάω) que significa “perder el rumbo, extraviarse, salirse del carril o vagar hacia el error”. Lo que nos indica la idea de que el engaño es una influencia a perder el rumbo y desviarse de la senda y de la perspectiva correcta, y de esto la biblia abunda en una continua advertencia. Pablo le decía a Timoteo:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” 1ª Timoteo 4:1
Aquí la palabra “engañadores” tiene la misma raíz del texto de Mateo 24:3-4, pero ahora haciendo alusión a los “espíritus engañadores”, es decir, es ese “soplido” que se introducirá en la cristiandad final; es aquel “ruido nocivo” (en-gaño) que no permitirá oír con claridad la verdad, pero sí, las doctrinas de los demonios. La principal influencia del engaño final es introducir el “ruido” que hace desviar el camino y el cambio de la perspectiva de la iglesia. De una iglesia pequeña en donde pueda existir una comunión práctica de los santos, a una institución gigante en donde nadie se conoce entre sí; de una perspectiva celestial, a una terrenal; de un peregrinaje sujeto a padecimientos y aflicciones, a una estadía confortante y próspera en la tierra; de un cuerpo ajeno a la contingencia política, a una institución empoderada y relacionada con los intereses terrenales; de un organismo a una organización oligárquica y jerarquizada.
Ahora bien, es muy sintomático la presencia de las aves en los relatos bíblicos, y en particular, en la parábola de la semilla de mostaza. La aves por naturaleza siempre están haciendo “ruido”. Unas muy agradables con un dulce canto, pero otras con un ruido intimidante y desagradable, como, por ejemplo, la de los pájaros de presa y carroñeros. No es lo mismo oír el canto de un ruiseñor, a escuchar el sonido de un cuervo o un buitre. En esta perspectiva, la biblia dice:
“Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible” Apocalipsis 13:2
Este pasaje habla de la condenación de la mujer prostituta (compare apocalipsis 17) que mora en la ciudad de la condenación que es Roma. Es una mujer que se hace pasar por la doncella esposa de Cristo que es La Iglesia. Es una suplantadora y engañadora. Es el catolicismo, el protestantismo y todas las expresiones religiosas que no consideran solo a Cristo como Señor y Salvador, y que se han rendido al poder y los deleites de este mundo.
Es el seno de esta mujer precisamente, que se ha transformado en “habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”. Notemos, por lo tanto, la similitud y armonía de interpretación, considerando la parábola de la semilla de mostaza en su descripción de que las aves vendrían y harían nidos en aquel árbol. Porque ya hemos visto que la aves son un tipo de satanás y sus demonios. Las ruidosas aves inmundas no permiten escuchar fielmente el sonido de la verdad.
El texto de apocalipsis nos habla de la existencia de una “cristiandad” condenada que será habitación, guarida y albergue de demonios, espíritus y aves inmundas y aborrecibles respectivamente. ¿No es lo mismo que advierte Pablo a Timoteo? Satanás que es el padre de mentira (Juan 8:44), y engañador por excelencia, ya está en acción, diseminando desde dentro de su nidos, enseñanzas y “ruidos” que se oponen a la verdad. Y esto es algo literal, porque entrar a los inmensos lugares que pretenden ser “casa de Dios”, se descubre un antro de ruidos, bulla y confusión, muy distinto al silbo apacible y delicado del Espíritu Santo, tal cual como lo experimentó Elías el profeta (1ª reyes 19: 11.13). Es muy importante prestar atención al “ruido de las aves”, y distinguir el dulce canto al ruido intimidante de toda ave inmunda y aborrecible. (el que lea entienda).
Mas allá de los gustos y aficiones que cada uno puede tener con tal o cual ave, u otro animal, la biblia detalla un listado de aves inmundas (levítico 11: 13-19), y entre ellas está el águila, que fue símbolo de varios imperios, incluyendo el sacro imperio romano, y aún más, se mantiene intacto dentro de la iconografía del catolicismo romano. Es sintomático recordar que Cristo dijo: “Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.” Mateo 24:28, lo que se corrobora como profecía cumplida con las aves carroñeras que aparecen en apocalipsis 19: 17-18,21.
Pero mas allá de la simbología, lo más transcendental es que estas aves dejan sus abundantes excretas que se traducen en enseñanzas y doctrinas de demonios, y que en la actualidad se han transformado en el menú preferido de todos aquellos que no aman la verdad, sino que se complacen en la injustica. Es que este árbol frondoso, en cuyas ramas se han albergado las aves inmundas, es tan imponente, que se ha transformado en un lugar de agradable y placentera sombra que atrae a todos aquellos que han sido engañados pensando que ser cristiano es sinónimo de felicidad, plenitud y prosperidad en esta tierra. El ruido de los pájaros inmundos que se han anidado en las ramas de estas instituciones se ha vuelto en un dulce canto que embelesa e hipnotiza.
Al observar nuestra realidad y entenderla a la luz de la parábola del grano de mostaza, no nos debería llenar de orgullo, sino que, de profunda gratitud al Señor, porque Él, por su gracia, nos ha amado, y nos ha abierto el entendimiento para discernir entre la verdad y lo sutil del engaño; entre el dulce trinar de un ave, al ruido intimidante de las aves inmundas y aborrecibles. ¡gloria a Dios!
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos de luz en este importante tema. Que así sea. Amén.
PEL 09/2024