LA MIGRACION A LA LUZ DE LA BIBLIA

 ¿Qué dice la biblia sobre la migración?

Una mirada bíblica sobre este fenómeno mundial

“Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis.  Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” Levítico 19:33-34

Este es uno de los tantos pasajes que revela como Dios mira al inmigrante que mora entre nosotros. De no ser por el exponencial aumento de la migración como fenómeno mundial, quizás no nos daríamos el tiempo para observar este tema a la luz de la biblia. Toda congregación que ha experimentado el recibir, acoger, enseñar, y a veces corregir por la biblia a inmigrantes, aceptará la importancia que ha tomado este tema en especial en Chile.

Este articulo no procura ni presume exponer el tema desde una mirada sociológica, sino que ver de manera directa y simple algunos textos que la biblia enseña acerca de la migración, sus causas, sus motivaciones y sus consecuencias.

Una mirada general

Aunque parezca muy básico, lo primero que debemos considerar en este artículo, es que la palabra “migración” significa “moverse o desplazarse”, y que según el prefijo < I o E >, entendemos cual es la dirección de la migración. Es decir, Inmigración, nos habla del desplazamiento hacia el interior de una región, y por su parte, Emigración, el desplazamiento hacia el exterior de una región.

La migración es parte de la historia del hombre desde tiempos muy remotos. De hecho, se acepta como teoría del poblamiento de américa, la migración de tribus asiáticas que se habrían desplazado desde Asia a América a través del estrecho de Bering o Beringia como “puente” desde Siberia a Alaska.  Vemos migración en la “conquista americana” realizada por inmigrantes ingleses, francesas, portugueses y españoles. Vemos migración en la formación de los distintos países y de las respectivas repúblicas. Vemos migración en el establecimiento de negocios y explotación de recursos naturales. Bancos, empresas mineras, entidades pesqueras, de agricultura, de educación, cultura, prensa, etc., emergieron en muchos casos como producto de la migración. Chile es una población formada por muchos inmigrantes de todos los continentes. Empresarios, intelectuales, artistas, etc., inmigrantes que estuvieron en los inicios de la república de Chile.

Hoy la migración se ha transformado en una problemática para los estados a nivel mundial. Los gobiernos de turno no logran establecer políticas públicas que permitan regular y controlar este fenómeno. Las distintas posiciones políticas dificultan los acuerdos y por consecuencia, se hace inviable, al corto plazo, una debida regularización migratoria. Por un lado, las posiciones conservadoras de ultraderecha que pretenden frenar a los inmigrantes mediante obstáculos como muros, zanjas, alambres con púas, etc., tal cual lo propuso Donald Trump en los Estados Unidos, y que, dicho sea de paso, no solucionó en nada el problema. Por otro lado, vemos las ideas progresistas de izquierda que, en su idealismo de libertad a todo evento, no se observa una seria intención de regular debidamente el actual desborde del fenómeno migratorio.

Como vemos, unos con un aspecto exacerbado de un “nacionalismo patriotero” de inadmisible xenofobia (odio al extranjero) poniendo en alto solo el asunto de los DEBERES y el ORDEN, mientras que los otros con una condescendencia desbalanceada, elevando solo la consigna de los DERECHOS. En ese escenario, los inmigrantes pasan a ser algo así como “el jamón del sándwich”, sin lograr una clara definición de sus deberes y derechos de manera equilibrada. Lamentablemente, con esta realidad pagan “justos por pecadores”, y familias inmigrantes, decentes y honestas que salieron de su patria de manera legitima por razones de fuerza mayor, se ven mimetizadas entre aquellos que migraron ilícitamente y hasta con intenciones delictuales inclusive.

Otro aspecto que es digno de considerar en medio del fenómeno de la migración es la xenofobia que se revela profundamente en ciertas facciones de la sociedad que estigmatiza a aquellos inmigrantes que, por su color de piel, son discriminados y menospreciados. Porque nadie podría negar que acá mismo en Chile, cualquier inmigrante cuyo apellido sea europeo, anglosajón, alemán, francés, croata, etc., con ojos azules, pelo rubio y tez blanquísima, es tratado de buena forma y con aprecio, en comparación a un extranjero cuyo apellido sea de origen nativo, con tez oscura, pelo duro, etc.  A propósito, hace un tiempo realizaron un experimento social mediante una encuesta, en donde preguntaban a un universo determinado de personas sobre la elección de un médico con el cual aceptarían ser atendidos o examinados. Evidentemente la gran mayoría escogió a un médico con apellido de origen europeo en lugar de uno con apellido nativo. Esto es una realidad, aun en medio de una sociedad compuesta por un altísimo porcentaje de población mestiza.

El chileno común se avergüenza de su condición mestiza, pero todo aquel cuya ascendencia es de origen europeo (inglés, italiano, francés, alemán, croata, etc.) valora a aquellos inmigrantes y el legado de sus nobles apellidos que pronuncian orgullosamente. En conclusión, depende del origen del inmigrante para valorarlo o subestimarlo.

 Una mirada bíblica

La biblia abunda acerca del tema de la migración. Podríamos decir que nuestros primeros padres fueron los primeros emigrantes al tener que salir del huerto del Edén. Una vez que el pecado entró en la raza humana, Dios forzó a Adán y Eva a desplazarse a otro lugar (Génesis 3:23-24). Después, y también por causa del pecado, Caín, luego de asesinar a su hermano Abel, tuvo que migrar (Génesis 4: 12-16).

Quizás la historia mas notable de un emigrante bíblico, es la de Abram, quien más tarde sería Abraham. Debido al soberano propósito de Dios, Abram fue ordenado a salir de su tierra y emigrar hacia la tierra prometida. La biblia dice:

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” Génesis 12:1

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa” hebreos 11: 8-9

El designio divino había considerado a Abram como parte de la simiente que traería al Redentor cuyo  nombre es Jesucristo (Romanos 9:1-9). Abram fue un emigrante que, como bien sabemos, cuando creyó a Dios, su fe le fue contada por justicia (Romanos 4:1-5), pero cuando desobedeció, sus errores trajeron consecuencias que asoman hasta el día de hoy. Fue una larga peregrinación que dejó ver, por un lado, < la voluntad directa de Dios >, agradable y perfecta, pero también < la voluntad permisiva de Dios > que obra en el obstinado corazón del hombre, y en donde siempre hay consecuencias.

De la experiencia de Abram podemos desprender la enseñanza de que, no siempre la migración es la voluntad de Dios agradable y perfecta (vea Romanos 12: 1-2). Por su parte, los hijos de Abraham, Isaac y Jacob también experimentaron la migración (Génesis 26,28), y así también la llegada obligada de José a Egipto (Génesis 39), por medio de la cual Dios permitió que el pueblo de Israel fuera preservado en ese país (Génesis 47). Finalmente, en este recorrido sintetizado, vemos la gran migración del pueblo de Israel mediante el éxodo de Egipto liderado por Moisés (Éxodo 12).

Como vemos, el plan de Dios se ha desarrollado en medio de emigrantes. Si una palabra encarna la migración, esta podría ser perfectamente ISRAEL. No hay situación de migración que Israel no haya experimentado en su largo peregrinaje. De Canaán a Egipto, en medio del desierto, en la deportación a Asiria, a Babilonia, etc., observamos, sin duda, la raíz mas profunda de lo que significa la migración, y que Dios la ha permitido con un propósito soberano. Conocidísimos emigrantes bíblicos como Daniel y sus amigos, o Esdras, Nehemías, Zorobabel, etc., dan cuenta de la abundancia de antecedentes que la escritura relata sobre la migración.

Hasta el día de hoy, muchos judíos son inmigrantes en diversas naciones del mundo. De hecho, la profecía bíblica especifica la migración judía y su relación con las naciones. Jesús dijo refiriéndose a “a sus hermanos más pequeños” (Israel): “…fui forastero, y me recogisteis” Mateo 25:35,45

En el tiempo de Jesús, también vemos a José y Maria emigrando a Egipto para escapar de Herodes (Mateo 2:13-15). Es importante resaltar que esta migración tenía el propósito de cumplir las escrituras dichas por el profeta Oseas: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo” Oseas 11:1

Como Dios mira a los inmigrantes (derechos y deberes)

El pasaje selecto de las escrituras que encabeza este artículo revela claramente a Dios y su especial aprecio por aquellos que forzadamente tuvieron que dejar sus tierras y migrar hacia otras regiones. La ley ordenaba a Israel a cuidar de modo muy particular a los inmigrantes, Por favor lea cuidadosamente lo que la biblia dice:

“al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” Éxodo 22:21

 “Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” Éxodo 23:9

“o rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás…Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis…Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto…” Levítico 19: 10, 33-34

“Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas…que ama también al extranjero dándole pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” Deuteronomio 10: 17-19

 “Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren” Deuteronomio 14: 28-29

 “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. No torcerás el derecho del extranjero …cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero…cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero… cuando vendimies tu viña, no rebuscarás tras de ti; será para el extranjero… acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto” Deuteronomio 24: 14-22

 “Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti. Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. Y dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos” Deuteronomio 26: 11-13

 “Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero…” Deuteronomio 27:19a 

Estos pasajes no dejan duda alguna sobre la importancia que tiene para Dios los extranjeros o inmigrantes que fueron forzados a salir de su tierra. Ellos están en aquel grupo de los “desamparados” tan iguales como el levita (que no tenía tierras ni heredad), la viuda (sin su esposo) y el huérfano (sin sus padres); en este caso los inmigrantes (sin su patria).

Los deberes de los inmigrantes

Pero también es necesario mencionar que Dios es justo, y no solo elevó los derechos de los inmigrantes (extranjeros), sino que también sus deberes. Asunto que hoy se olvida en muchos debates políticos respecto al fenómeno migratorio, porque como ya se ha dicho, una facción política eleva solo los derechos de los inmigrantes, y la otra, solo los deberes. El Dios Soberano y Justo, ordenó a Israel en un perfecto balance y misma estatura de su ley, tanto los derechos como los deberes de los extranjeros que habitaban entre ellos.

 “Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley” Deuteronomio 31:12

La biblia detalla todos aquellos deberes de los extranjeros que vivían entre los hijos de Israel (lea Levítico 16:29; 18:26; 20:2; 22:18-19; Deuteronomio 15:3). Si el perfecto equilibrio de los deberes y derechos de los inmigrantes se aplicara de modo justo el día de hoy, entonces el fenómeno desbordado de la migración tendría otro curso. Pero como bien sabemos, el mundo no considera lo que Dios dice en su Palabra, y he ahí las consecuencias.

La biblia nos permite entender que, no por ser inmigrante, los deberes de sometimiento a las leyes y a las autoridades de un país,  podrían  ser vulneradas y dejadas de lado. Todo inmigrante que no cumpla con la ley, es decir, desde entrar a un país de manera ilegal o que llega a una nación con intenciones delictuales, tendrá que asumir sus propias consecuencias (Romanos 13:1-4), inclusive la justa deportación. Recordemos que el inmigrante Abram fue deportado de Egipto  por mentir ante las autoridades de ese país (Génesis 12: 19-20), y nadie podría negar que eso ocurrió por culpa única y exclusiva de Abram.

Migrando sin necesidad

La migración que la biblia nos enseña en muchos pasajes, siempre tuvo un propósito más allá del mezquino corazón del hombre que busca nuevos horizontes para pretender enriquecerse rápidamente, escogiendo el país que les ofrezca mejor renta y mayores expectativas. Esto de inmediato me evoca la experiencia de Lot y su tío Abram; ambos emigrantes. El primero (Lot) escoge irse al valle de la comodidad y de los placeres temporales del pecado (a las puertas de Sodoma), pero el otro (Abram) al desierto hacia la tierra prometida (Génesis 13: 11-18) Nunca olvidemos que Abram emigró sin saber donde iba, porque tenía certeza de esperanza y convicción de lo invisible conforme a la promesa de Dios.

Hay muchos que el solo “sustento y abrigo” de lo cual habló el Señor Jesucristo y el apóstol Pablo, no es suficiente (Mateo 6: 25-34; 1ª Timoteo 6: 7-8). Por lo tanto, buscan en la migración una supuesta solución, pero al final les ocurre lo dicho por Santiago:

“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” Santiago 4:13-15

Este texto nos muestra el tipo de emigrantes, que, a pesar de ser creyentes, no consultan al Señor antes, ni ponen a prueba su decisión antes de emigrar. Sus anhelos son simplemente exitistas y   egoístas en búsqueda de negocios y el dinero. Algunos lo hacen inclusive de manera ilegal, acarreando consecuencias adicionales.

La biblia es muy clara en advertirnos que antes de hacer nada, debemos confirmar si “el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. El hijo de Dios no puede moverse por impulsos o “corazonadas”; o porque escuchó que en tal país las cosas andan mejor. La migración debe estar previamente autorizada por Dios con sus credenciales y muestras claras de que realmente es su voluntad directa la cual siempre es agradable y perfecta. El ejemplo de Santiago es tan ilustrativo ya que pone alto el corazón soberbio del individuo (aun siendo cristiano) que determina su futuro, olvidando que no tenemos garantizado ni un segundo de vida sin nuestro Padre.

La biblia dice que debemos entender que nuestra vida es tan frágil como la neblina, que en su momento se ve robusta, pero que súbitamente desaparece. Es como dijo el salmista:

“Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, Que pasó el viento por ella, y pereció, Y su lugar no la conocerá más” Salmos 103: 14-16

El ejemplo de Elimelec y Noemí

“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos” Rut 1:1

La experiencia de este matrimonio de Elimelec y Noemí con sus dos hijos Mahlón y Quelión, es una enseñanza profundamente clara respecto al tema de la migración. La biblia no en vano dice que las cosas escritas, para nuestra enseñanza fueron escritas (Romanos 15:4).

Siempre la circunstancia lleva al creyente a mirar hacia arriba pidiendo socorro o hacia abajo buscando solución sin la dependencia de Dios. El Salmista pregunta: “¿alzaré mis ojos a los montes; de donde vendrá mi socorro?”, pero el Espíritu Santo responde: “Mi socorro viene de Dios” (Salmos 121:1-2). En el caso de los emigrantes Elimelec y Noemi, la causa de la salida de Belén, fue la dramática circunstancia del hambre que azotó a la tierra. Este es un cuadro en medio de aquellas “paradojas” que la biblia nos presenta, considerando que Belén significa precisamente “casa del pan”. Quizás un pasaje paralelo lo tenemos en Génesis 12:10, cuando Abram, otro emigrante, descendió a Egipto porque también en su tiempo hubo hambre en la tierra.

Lo que llama la atención en ambos episodios, es que ni Abram, ni Elimelec, ni Noemí miraron hacia arriba buscando el socorro de Dios, sino que, viendo tan hostil circunstancia, emprendieron su descenso a Egipto y a Moab respectivamente.  Creo interesante meditar en la palabra “descenso” que menciona Génesis 12:10. Dice que Abram “descendió a Egipto”.

Pero para no quedarnos solamente con una expresión meramente geográfica, y sin alterar en nada una sana exegesis, podemos aplicar el descenso espiritual de Abram al migrar a la tierra de Egipto buscando socorro, sin antes preguntar al Señor si era o no su perfecta voluntad. Como bien sabemos, las consecuencias que él y su mujer vivieron allí según el relato bíblico, confirman que aquella migración a Egipto no fue la voluntad directa de Dios, sino que aquella voluntad permisiva que obra en el obstinado corazón del hombre, y que siempre acarrea secuelas.

En el caso de Elimelec y Noemí con sus hijos, la secuencia es idéntica. La familia hebrea vio la adversidad, pero ellos no consultaron a Dios y descendieron a Moab y se establecieron allí,  experimentando un dramático destino según lo narra la escritura. Noemí quedó viuda, sus hijos se casan con hijas moabitas, y luego ellos también mueren. Es Decir, el saldo de la migración a las paganas tierras de  Moab,  dejó a Noemí desamparada, sin su marido y sin sus hijos. Ante este triste y desolador episodio, fue la propia Noemí quien dijo a sus nueras: “la mano de Dios ha salido contra mí” (Rut 1:13).

Luego de diez años, y con la muerte de sus dos hijos Mahlón y Quelión, Noemí se entera que Dios había “visitado a su pueblo (Belén) para darles pan”, por lo tanto, emprende su regreso a BELEN la “casa del pan”

Pero a pesar de la mala experiencia de esta migración, nunca debemos olvidar que El Dios soberano esta siempre por encima de nuestros errores y desaciertos. Y si bien, vemos en la migración de Elimelec y Noemí una motivación desesperada sin consultar a Dios; buscando el refugio en las paganas tierras de Moab, aun así, El Dios todopoderoso y lleno de misericordia tenía en sus planes incomprensibles e insondables el propósito con una de las nueras moabitas de Noemí llamada Rut, quien será mas tarde una de las tantas mencionadas en la genealogía de nuestro Señor Jesucristo (Mateo 1:5). Solo nos resta decir como epílogo tal cual lo decía Pablo: “¿quién entendió la mente del Señor?” Romanos 11:34

El ejemplo de Jonás

“Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová” Jonás 1: 3

Este es el caso de otro emigrante llamado Jonás. La  causa de su migración no fue el hambre en la región como revisamos la experiencia anterior de Abram, Elimelec y Noemí, sino que trata de un profeta que rehusó obedecer al mandamiento de Dios, y pretendió escapar de su presencia. Esto nos evoca al salmista cuando decía: “¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Salmos 139:7). Bien sabemos que Dios es omnipresente, y donde pretendamos huir, allí Dios estará, y si es necesario disciplinarnos con dolor, así lo hará, porque siempre se hará la voluntad de Dios.

Jonás, al recibir el mandamiento de Dios, de tener que ir a predicar a Nínive, la capital Asiria, en donde moraban los acérrimos enemigos de Israel, decide arrancar en dirección opuesta. Preso del miedo, Jonás desciende a la región portuaria de Jope en las costas del Mediterráneo para iniciar su migración a Tarsis, que algunos la sitúan en la península Ibérica (España). Notemos nuevamente la palabra “descendió a Jope”, porque es necesario recordar siempre que un creyente que pretende huir de Dios sin obedecer su santa voluntad, es un creyente en franco descenso cuyo final será la disciplina de Dios. Eso fue lo que ocurrió con Jonás.

La migración de Jonás se mueve en medio de los mismos errores de los ejemplos anteriormente vistos. Jonás no consulta a Dios, no pide su dirección, no suplica su socorro, sino que, decidido en su propia voluntad humana, se levanta y desciende a Jope en donde paga el pasaje de una embarcación para pretender arrancar del Soberano. Esto nos hace recordar a nuestro primeros padres Adán y Eva que pretendieron esconderse de Dios entre los árboles del huerto (Génesis 3: 8). El pecado nos lleva siempre a minimizar al Dios todopoderoso, rebajándolo a un triste rol humano y vulnerable.

Pero Dios que, queramos o no, hará siempre su voluntad, se encargó de estropear la migración desobediente de Jonás, y levantó una violenta tempestad que tenía a la embarcación al borde del desastre. Mientras tanto, el profeta desobediente estaba durmiendo, porque, dicho sea de paso, no existe creyente en desobediencia que lo único que quiere y busca, es dormir.

En medio del inminente naufragio, fue el propio capitán de la nave que lo avergonzó diciéndole: “¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos” (Jonás 1: 6). Esto nos permite reflexionar en que no hay algo más patético que ver a un creyente reprendido “justamente” por quienes no son creyentes.

Hasta ese momento la migración de Jonás iba de mal en peor. La supuesta huida de la presencia del Señor aliviaría al profeta, pero estaba ocurriendo precisamente lo contrario.

Mientras el mar se embravecía más y más, los hombres que iban en la embarcación se enteraron de que Jonás era un profeta que estaba “escapando de la presencia de Dios en desobediencia, y que, por lo tanto, Dios había decidido levantar tal tempestad. Finalmente, Jonás sabiendo que era él, el único responsable de la tragedia les dijo a aquellos hombres que lo tiraran al mar, y una vez que así lo hicieron, el mar se aquietó de su furor. Pero Dios, que es rico en misericordia y gracia, había preparado de antemano un gran pez para preservar la vida de aquel emigrante desobediente llamado Jonás.

Antes de migrar…

Los creyentes, antes de decidir migrar debemos preguntar al Señor si es o no su voluntad salir de la tierra en donde Él nos puso. Entender claramente cuales son nuestra motivaciones de la migración. Recordemos que la biblia presenta la migración de un pueblo cuyos propósitos de Dios en nada tienen que ver con mejorar el estatus, los estudios o la búsqueda del éxito y la felicidad en este mundo. Juan dice que todo aquello proviene del mundo y su vanidad, y no de Dios (1ª Juan 2: 15-17).

Si las circunstancias en donde vivimos están difíciles, entonces es necesario “mirar hacia arriba” pidiendo socorro todo el tiempo que sea necesario, hasta obtener una respuesta clara con pruebas evidentes. Mientras tengamos sustento y abrigo, El Señor nos manda a estar contento con eso (1ª Timoteo 6:8) David decía: “Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan” (Salmos 37:25)

Hay inmigrantes que realmente salieron de su patria por razones de fuerza mayor, que desean trabajar y ganar el pan con esfuerzo y honradamente, pero hay quienes lo hacen ilegítimamente, y otros, que salieron porque sus privilegios y lujos fueron vulnerados. El Señor nos dé el entendimiento correcto ante este fenómeno mundial que esta siendo un caldo de cultivo para discordias internas en los países. Por un lado, algunos que se sienten de raza superior, odiando al extranjero porque sí, y por el otro lado, aquellos que defienden a todo evento la migración sin ninguna regulación.

Por nuestra parte como creyentes debemos amar a los inmigrantes que son humildes en entender sus derechos y sus deberes. Ayudarles en cuanto esté a nuestro alcance. La biblia usa la palabra “Hospitalario u Hospedador” (del griego philoxeno φιλόξενος, ον) que traducido es “amor al extranjero”. Y ese amor debe ser sin acepción de personas, ni apellidos ni color de piel. Todo esto lo mira El Señor.

Finalmente, es oportuno relacionar el tema de la migración, para una vez más recordar que los creyentes en sí, somos peregrinos, extranjeros y advenedizos en este mundo (1ª Pedro 2:11, hebreos 11:13-16), y estamos prontos a emigrar hacia nuestra patria celestial. La biblia dice que nuestra ciudadanía esta en los cielos (Filipenses 3:20). El Señor viene. Maranata!

PEL02/2022

LA MIGRACION A LA LUZ DE LA BIBLIA

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