“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene….Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” 1 Corintios 9: 26-27
Cuan difícil ha de ser para un deportista negarse a sí mismo, mantener una disciplina rigurosa y estricta a fin de lograr las metas trazadas.
El negarse a comer alimentos que no contribuyen al balanceo de su dieta, o a participar de actividades que puedan desgastarlo y afectar su concentración, de verdad, que me asombra; la disciplina que estas personas que se auto imponen para un logro absolutamente humano y perecedero, es realmente asombroso. No se si loable, pero si destacable.
En el texto inicial, aparece todo este relato analógico que el apóstol Pablo nos hace respecto a la disciplina deportiva y nuestra disciplina como cristianos.
A la verdad, todos estamos luchando y todos estamos corriendo una carrera, pero las preguntas que me hago a mi mismo son :
¿ Me niego a mi mismo y me abstengo de lo que no me conviene? ¿Estoy golpeando mi cuerpo y poniéndolo en servidumbre, a fin de alcanzar a otros? O ¿Estoy corriendo la carrera con paciencia poniendo los ojos en Jesús?
Es que a veces estamos tan carnales que no hacemos caso a la disciplina que El Señor nos señala. Preferimos muchas veces coquetear con el mundo que estar reunidos con los hermanos. A veces es mas atractivo asistir a una pichanga que a la reunión, o es mas agradable compartir un asado con los compañeros de trabajo entre risotadas de doble sentido, que estar estudiando o enseñando las escrituras en la iglesia.
Amados hermanos, “golpeemos” nuestro cuerpos, neguémonos a nosotros mismos y corramos la carrera que tenemos por delante, siendo heraldo para otros. Recordemos que allá en la gloria nos está reservada una corona incorruptible de gloria.
PEL2006