EL MILAGRO DE LA CONVERSIÓN
“…conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios” Jeremías 31:18
No hay milagro mas extraordinario que el de la conversión. Si consideramos nuestro estado espiritual antes de conocer al Señor Jesucristo, llegaremos a la conclusión de que jamás nos hubiéramos convertido si la mano del Cirujano Eterno no hubiese intervenido nuestro corazón. Así fue la experiencia de Lidia cuyo corazón fue abierto por Dios para que estuviese atenta a lo que Pablo enseñaba (Hechos 16:14)
La conversión no es un acto voluntario del pecador, sino que el milagro de la gracia soberana de Dios.
La escritura es muy precisa en declararnos que nuestra condición primitiva era de continuo hacia el mal y nunca buscamos a Dios:
“Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”
Romanos 3:10-12
Desde que el pecado entro en el huerto del Edén, el hombre caído le volvió la espalda a Dios. Adán y Eva se cosieron delantales de hojas de higuera pretendiendo ocultar su vergüenza y se escondieron de Dios. Nunca le buscaron, ni estaba en ellos la intención de restablecer la comunión perdida.
Es en ese capítulo 3 de Génesis donde queda absolutamente claro que es Dios quien busca al pecador, y no como la religión lo enseña, que es el pecador quien busca a Dios. Nosotros jamás buscamos Dios, él nos buscó a nosotros.
El texto de Romanos es categórico. La ley se encargó de demostrar que ningún hombre tenía la intención de buscar a Dios, es mas, su naturaleza era inútil, y todo lo que no sirve se va al estercolero. Ese era nuestro destino por causa del pecado; el infierno donde la llama nunca se apaga.
El texto que encabeza esta meditación, es bastante claro. El profeta Jeremías lo menciona con precisión; el acto de la conversión es un hecho soberano de Dios. No fuimos nosotros los que nos convertimos, sino que fue Dios quien por su amor, gracia y misericordia nos convirtió.
La palabra conversión significa “volverse”, es un giro en 180º que ocurre el día en que el Espíritu Santo nos convence de pecado, de justicia y de juicio, y nos “convierte”, osea nos vuelve hacia Dios. En otras Palabras, corríamos en dirección al infierno, pero ahora vamos caminando hacia la gloria. ¡Aleluya!
PEL