“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” Juan 1:11
Las escrituras anunciaban que el Mesías vendría, pero aun así su pueblo no le estaba esperando. Creo oportuno recordar que las profecías dadas al pueblo de Israel en el período antes de Cristo, advertían que vendría el Mesías (Números 24:17, Isaías 7:14, 9:6-7, Miqueas 5:2-3, Daniel 9:24-27), no obstante, no fue precisamente su pueblo quienes estaban preocupados de las señales, ni observando las profecías a fin de estar atentos y dispuestos al cumplimiento de los tiempos. El propio Señor Jesucristo enrostró esta realidad con aquellos que se proyectaban como la reserva moral y religiosa de la época:
“Más él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡más las señales de los tiempos no podéis!” Mateo 16:2
Esta categórica respuesta dada a los Fariseos luego de que ellos le pidieron señales al Señor Jesús, nos permite entender que aquellos que se arrogaban ser los líderes de un pueblo eminentemente religioso, erraron absolutamente en cuanto a entender los tiempos y distinguir con quien estaban hablando. Con justa razón El Señor les dijo que aquellos líderes eran una generación mala y adúltera que demandaban señales. Los Fariseos eran intelectuales, aparentemente irreprensibles, formalistas, celosos de los rituales y de la liturgia; conocedores y preservadores del texto sagrado, pero que sin embargo no podían entender los tiempos. ¿No le parece conocida esta característica en la actualidad?
La primera venida de Cristo marcó el cumplimiento de un tiempo específico. El profeta Daniel casi 600 años A.C., ya lo había anunciado con muchos detalles en aquella profecía de las setenta semanas (Daniel 9:24-27). Además El Señor dijo literalmente que el tiempo se había cumplido (Marcos 1:15), sin embargo, su pueblo no le estaba esperando. Ellos solo tenían una perspectiva temporal y de bienestar presente, por lo tanto, todas las profecías que hablaban de un Mesías que nacería de una matriz virgen de una humilde mujer de Belén, y que más aún, aquel Mesías vendría para morir, fueron menospreciadas y no fueron estimadas. Quizá esto nos permite entender aún más la profecía de Isaías dicha casi 700 A.C., y que se cumplió en la vida de Jesús:
“Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” Isaías 53:1-3
Su pueblo Israel esperaba a un libertador glorioso (como aquel jinete del caballo blanco que sí veremos al final de los tiempos según Apocalipsis 19:11); pero no a uno que cabalgaría en pollino de asna como lo profetizó Zacarías (Cap.9:9). Ellos anhelaban un rey que los libertaría de la opresión de Roma y de todos sus enemigos; pero no uno que vendría a morir. Ellos esperaban un líder fuerte que vendría a reivindicar la nación de Israel para siempre; pero no aquel que no abrió su boca para defenderse; que como oveja fue delante de sus trasquiladores y que fue llevado a la muerte como cordero al matadero. Nuestro Señor Jesucristo fue menospreciado; nadie distinguió los tiempos ni se percató que aquel que estaba pisando este mundo de maldad era el mismísimo Verbo hecho carne (Juan 1:14), el Eterno Emmanuel. Su pueblo despreció las profecías, y por lo tanto, no le estuvo esperando, no obstante, debemos entender siempre que todo aquello estaba bajo el control absoluto de Dios según sus propósitos soberanos. A Dios nada le sorprende.
Pero en nuestra perspectiva humana, vemos paradójicamente en las escrituras a unos personajes que no eran parte del pueblo de Dios, sin embargo ellos sí estaban esperando al Mesías prometido. ¿Quién iba a pensar que gentiles estarían observando las profecías respecto a la primera venida del Mesías? Así fue. Eran aquellos magos o sabios de oriente de la antigua Persia que observaban las profecías y los tiempos (Mateo 2:1). Es muy coherente pensar que estos sabios fueron depositarios de las enseñanzas que los hebreos dejaron durante su deportación en babilonia. Por ejemplo, el fiel testimonio de los amigos Ananías (Sadrac), Misael (Mesac) y Azarías (Abed-nego), o las enseñanzas y profecías de Daniel, sin duda que quedaron como registro y referencia para estos persas que observaron el cumplimiento de los tiempos respecto al pueblo de Israel y su Mesías tan anhelado. En la experiencia de estos magos, podemos observar el cumplimiento cabal de lo que el Espíritu Santo revela a través del evangelio de Juan cuyo texto encabeza este artículo y que versa así: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).
En estos tiempos de tantos “dichos humanistas” que pululan por ahí, me acordaba de uno que es muy pertinente: “el hombre es el único ser vivo que tropieza con la misma piedra”. Digo esto porque en la primera venida del Mesías su pueblo Israel no le estaba esperando, y ahora en víspera de su segundo advenimiento, su pueblo espiritual La iglesia tampoco le espera. Es la misma piedra en donde estamos tropezando. Es el Cristo no deseado por la humanidad. El Primero que vino en humillación no deseado por su pueblo y el Segundo que corporalmente vendrá a buscarnos para luego establecer su reinado justo, pero su pueblo tampoco lo espera. Esto nos debe hacer recordar la solemne enseñanza del Señor Jesús respecto al siervo fiel y el infiel:
Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá. Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Más si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles” Lucas 12:40-46
Ahora es la iglesia actual que como el siervo infiel está diciendo, cual burlador, “Mi señor tarda en venir”, y se ha olvidado las profecías, y ya nos las observa; por consecuencia la perspectiva de la cristiandad actual ha ido cambiando su rumbo. Hoy se escucha literalmente desde los púlpitos aquel “mi señor tarda en venir…” tan igual como aquel siervo infiel. Ellos han calificado el tema de la venida del Señor como de “tercera o cuarta” categoría en cuanto a la importancia dentro de la iglesia. Antes los predicadores enseñaban todo el consejo de Dios (Hechos 20:27), pero ahora solo hablan de lo terrenal, del bienestar aquí y ahora, del avivamiento, de la unidad, de la cosecha, de nueva reforma, de cambiar la sociedad para mejorar la calidad de vida, etc., etc., pero el tema de la venida inminente del Salvador, como única solución a un mundo (sistema) que está sentenciado por la infalible Palabra del Señor; hace tiempo que ya ha dejado de ser un tema dentro de la iglesia. En otras palabras, se repite la historia; ahora también igual que Israel, su pueblo actual tampoco le está esperando. Cristo advirtió acerca de su segunda venida diciendo que cuando regrese el Hijo del Hombre ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8), es decir, cuando Él regrese ¿habrá alguien que le esté esperando? En la primera venida “los suyos” no le recibieron y en la segunda venida “los suyos” ¿tampoco le recibirán?
Como se mencionaba anteriormente, los sabios de este siglo están enseñando que temas como la escatología, lo que incluye evidentemente el retorno de Cristo, “es una doctrina de tercer o cuarto grado”, y que no debe ser un tema relevante dentro de la ocupación de la iglesia actual, ni en los mensajes dirigidos al hombre contemporáneo. Esta “idea” provino de un predicador norteamericano que ha homologado lo que sucede en una unidad de atención médica de urgencia de un hospital y la doctrina de la iglesia cristiana. Es decir, cada enfermo que ingresa a la unidad de urgencia ha de ser calificado según la gravedad a fin de establecer el turno de atención de acuerdo a su prioridad; de este modo, dice este predicador, hay doctrinas de primera necesidad, de segunda, tercera y cuarta. Curiosamente el tema de la venida del Señor ha quedado relegado a una cuarta categoría. En otras palabras, el evangelio actual quedó limitado a un plano temporal y presente, y el porvenir de la iglesia no importa ahora. Por muy sabio que parezca esta comparación humanista entre un hospital y la iglesia, el apóstol Pedro enseña algo total y diametralmente distinto:
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” 1 Pedro 1: 3-8
En este pasaje el apóstol Pedro dirigido por el Espíritu Santo, nos enseña que nuestra esperanza y perspectiva de vida es celestial y no terrenal. El creyente ha nacido de nuevo para la vida eterna; según esta enseñanza puramente apostólica; nuestra herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible está reservada en los cielos y no en la tierra. Este es el evangelio puro, verdadero y completo. Pero aún hay algo más de la enseñanza de Pedro; él habla de que somos guardados por Dios mediante la fe para alcanzar salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. La fe del creyente se sustenta en lo por venir y no en lo presente, y aun cuando esta sea probada como oro en el crisol, el fin de todo, es que sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Es por eso que el creyente no puede dejar de esperar al salvador; y si lo hace, es porque ha abandonado la fe. Pedro cierra este comentario diciendo que los creyentes aman al Señor y creen en sus promesas aunque aún no le vean, pero se alegran con gozo inefable y glorioso esperando el cumplimiento de la promesa. De hecho fue el propio Pedro quien dijo que los creyentes esperamos según las promesas de Dios (2 Pedro 3:13)
Pablo por su parte dice que fuimos salvos en esperanza; pero la esperanza que se ve; no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (Romanos 8: 24). También anima a los Tesalonicenses enseñándoles acerca de la bendita esperanza del arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4: 17-18) y a Tito le enseña a que aguardemos la venida de Cristo (Tito 2: 13). Así también, de la misma manera Pablo enseña y alienta a los Corintios, filipenses, Colosenses y a Timoteo acerca de la bendita esperanza futura. Pero no solo Pedro y Pablo; Juan, Santiago y Judas también hablaron acerca del tema del retorno de Cristo y de la esperanza de gloria (1Juan 3: 2-3, Santiago 5: 7-8, Judas 24).
¿Cómo entonces puede alguien enseñar que la doctrina del porvenir de la iglesia (escatología) y en particular el retorno inminente de Cristo y el cumplimiento de sus promesas gloriosas, es doctrina de tercer o cuarto grado? ¿Quién le ha autorizado a aquel predicador a clasificar las doctrinas que la biblia enseña? Ellos dicen insolentemente “no es tiempo de leer el apocalipsis”, pero la biblia dice: “bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3)
Amados hermanos, hoy “Se repite la historia”; actualmente el pueblo de Dios ha sido seducido con el poder temporal y por los intereses terrenales; ahora la iglesia está más preocupada de atender a sus clientes que de nutrir la congregación con la bendita esperanza del evangelio, porque en esperanza hemos sido salvos (Romanos 8:24). En la mayoría de las iglesias cristianas evangélicas ya no se habla de la venida de Cristo. Es más, se enseña que es un tema antiguo y que ahora se debe contemporizar con la cultura actual, y con los intereses y necesidades del hombre moderno. Eso no es el evangelio.
Finalmente, vuelvo a insistir en la advertencia solemne de estar haciendo como aquel siervo fiel, y no como aquel que dijo: “mi señor tarda en venir” (Lucas 12:40-46).
Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos de la sumisión necesaria para rectificar lo que sea necesario y volver a la sencillez y simplicidad de la iglesia primitiva que vivía esperando a su Salvador. Que así sea, Amén.
PEL 08/2016
Esperamos,amamos y anhelamos el pronto regreso de Nuestro Señor y salvador Jesucristo,seriamos los mas dignos de conmiseración si así no fuera, que sentido tendría congregarnos,tener comunión con nuestros hermanos,participar de la mesa del Señor,reunirnos en torno a Palabra,predicar el evangelio,que sentido tendría la vida sin esta bendita esperanza,y lo esperamos porque El lo prometió,Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.El dijo,¿y no hará?Hablo¿ y no lo ejecutara´?.Num.23:19.MARANATA!!!Amen Ven Señor Jesús.
Gracias hno Pablo excelente comentario,nos ayuda,anima y reconforta nuestro corazón.Un abrazo en Cristo.
GRACIAS Y CON AMOR ETERNO DEL SEÑOR LO SIGA GUARDADO Y EXPRESANDO CON VALOR Y TEMBLOR
DE LA SANA DOCTRINA
BENDICIONES