descargarpdfVino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Mateo 26:40

Quizás la frase “no puedo Señor” es la más difícil que el hombre pueda pronunciar de manera sincera. El camino a la rendición incondicional, en donde el hombre se desmorona en su fragilidad reconociendo delante del Dios soberano su incompetencia, es el más difícil de experimentar, ya que choca con el amor propio, el orgullo y aquella presunta autosuficiencia humana. Dios tratará con cada uno de nosotros todo el resto de nuestra vida, hasta que lleguemos a decir desde nuestras entrañas: “no puedo Señor”.

Los discípulos acompañaron al Señor Jesús a un lugar llamado Getsemaní, que traducido significa “prensa de aceite”. Era allí donde se plantaban olivos para obtener las aceitunas y la producción de aceite. Estos frutos eran exprimidos al máximo para obtener el apreciado aceite. No es un mera coincidencia, porque fue justamente allí donde nuestro Señor Jesucristo fue exprimido para su tránsito rumbo al último de los montes que debía subir; el Gólgota.

La biblia dice que nuestro Señor Jesucristo apartó a tres de sus discípulos, y a ellos les evidenció su angustia. Les pidió que orasen con él en esos momentos de profunda tristeza, pero en las tres oportunidades que Jesús volvió a ellos, los encontró durmiendo.
Ellos no pudieron orar porque sus ojos estaban cargados de sueño y la debilidad de su carne se sobrepuso a aquella espiritual demanda de acompañar al Señor y velar con él. Fue el propio Señor Jesús que le dijo a Pedro: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Mateo 26:40b A partir de esa pregunta, nuestro amado Salvador entrega una tremenda lección:

“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” Mateo 26: 41

Fue el mismo Pedro que anteriormente le había prometido fidelidad al Señor hasta la muerte inclusive, pero que en esta escena lo vemos rendido por la fragilidad de su propia carne. Nunca vemos a Pedro diciéndole: “no puedo Señor”, sino que lo vemos presumiendo fortaleza y fidelidad irrestricta.
En Getsemaní se probó todo. Los discípulos frágiles e incompetentes, mientras que el Salvador afirmaba su rostro como un pedernal para beber obedientemente la copa que el Padre le había predeterminado.
El Señor Jesús lo dijo: “…no habéis podido velar”. El hombre no puede hacer nada “por” y “para” El Señor. Y cuando esa realidad es comprendida, asumida y presentada legítimamente delante de las plantas del Creador, allí recién comienza la comprensión de todas las cosas. Dios opera en la fragilidad, y no, en la presumida fortaleza y autosuficiencia humana.

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” 2 Corintios 12: 9-10

Los discípulos escogidos para ver la terrible angustia y tristeza del Salvador en el huerto de Getsemaní, “no pudieron” acompañarlo velando y orando con Él. Note que acá no aparece el verbo “querer”; como si ellos no quisieron hacerlo, sino que Jesús dice “no habéis podido”. Ellos no pudieron hacer. Dios conoce lo que somos; el problema es que nosotros presumimos lo que no somos.

“Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo” Salmos 103.14

Por esta razón se decía en los párrafos anteriores, que el camino a la rendición incondicional es el más difícil para el hombre, ya que es ahí donde el Señor nos comenzará a tratar personalmente hasta que lleguemos a morir a nosotros mismos, y reconocer legítimamente (no solo de labios) que somos polvo y que “no podemos” hacer nada, a menos que él lo haga por nosotros.

En Getsemaní, solo Jesús cargó la angustia y la profunda tristeza velando y orando, y siendo fortalecido por las huestes celestiales que le confortaban en medio de clamor y de lágrimas.

“se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” Lucas 22:43-44

“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” Hebreos 5: 7

Una vez que El Señor ora por tercera vez y regresa a sus discípulos, aparece una escena que siempre me ha estremecido porque revela la profunda ternura con la cual el Dios Santo, cuya justicia no tolera al pecado ni al pecador, trata a los que son suyos. Es ahí donde comprendo aquella zoomórfica manera de expresar su amor cuando la escritura dice que: “como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas” (Mateo 23:37b) A pesar de ver a los frágiles discípulos como incompetentes polluelos que no “habían podido” acompañarle en vela y oración, el corazón de Dios hecho carne, revela su paternal amor e incondicional fidelidad.

“Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores” Mateo 26:45

Hablar de Getsemaní, es introducirse en un manantial inagotable de tesoros que se desprenden de la experiencia que Jesús y sus discípulos vivieron allí. No obstante, quisiera céntrame básicamente en resaltar una de las tantas enseñanzas provenientes de ese lugar y de ese episodio. El hombre no puede hacer nada “por o para” el Señor.
El Señor Jesús no solamente les dijo que no “habían podido” velar, sino que fundamentó su enseñanza agregando que “…el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” Mateo 26: 41. No es posible hacer nada por la carne, ya que no tiene la capacidad de hacerlo. La carne, no tan solamente no quiere, sino que “no puede”.

“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” Romanos 8: 7-8

El apóstol Pablo enseña de manera magistral esta doctrina. La incompetencia de nuestra humanidad es algo que acompaña la enseñanza general del apóstol. Él nunca atribuye nada a los méritos o esfuerzos humanos, sino que siempre sella su enseña elevando la gracia de Dios por sobre la presunta obra de la carne. El texto citado enseña que la carne por esencia es enemistad contra Dios y agrega que “no puede” sujetarse a la ley divina. Es un asunto de incapacidad, y no tan solo de voluntad. Esta doctrina es una de las más atacadas por los predicadores racionalistas que insisten en enseñar que el hombre natural sí tiene libre albedrío y que solo depende él, si “quiere o no quiere” salvarse. Respecto a esto, la biblia es abundante en decirnos absolutamente lo contrario.

“…el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” Juan 3:5b – 6

“Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” Juan 3: 27

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” Juan 6: 44

“el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir” Juan 14: 17

“…el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid” Juan 15: 4

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” 1 Corintios 2: 14

“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” 1 Corintios 15:50

Estos textos selectos entre tantos otros, enseñan que el hombre en su naturaleza “no puede” hacer nada para con Dios. Una criatura sin Cristo, es un muerto (Efesios 2:1) y como tal no puede hacer nada. Un hijo de Dios si no depende plenamente del Espíritu en obediencia a la Palabra de Dios, tampoco puede hacer nada. Esto es, porque tanto el inconverso como el creyente tienen la misma naturaleza incompetente para hacer algo “por o para” Dios. Lo que distingue al creyente, es que tiene además una nueva naturaleza nacida del Espíritu y por la Palabra. Esa naturaleza sí que puede obrar conforme a la voluntad de Dios y para su gloria. Y eso es lo que se desea tratar en este artículo; el camino del creyente tiene una meta, confesar “No puedo Señor”, para que él obre para su gloria.

Es increíble, pero es cierto que muchos creyentes piensan y se sienten como “súper” héroes, presumiendo lo que no pueden hacer. Hoy en día sobre todo cuando se habla de que “somos hijos del Rey”, “somos cabeza, y no cola”, “somos conquistadores y vencedores” etc. etc., muchos creyentes han abrazado esta doctrina que tiene una línea muy delgada que nos aparta de la verdad. Si bien es cierto, que Dios nos ha hecho sus hijos y que en Cristo somos más que vencedores, no es menos cierto que aún moramos en esta carne contaminada por el pecado, y que como creyentes debemos anhelar la redención de la presencia del pecado en el día de la glorificación, y mientras tanto, vivir en humildad delante del Dios Santo y ante nuestros hermanos.
Lo que pasa hoy en día, es que hay creyentes que presumen estar “en la nubes” y se auto convencen de aquello, por lo que van perdiendo toda humildad y perspectiva de su propia pecaminosidad, y en lugar de ubicarse apropiadamente delante de Dios y de sus hermanos, se vuelven altivos de espíritu y soberbios, tanto así, que les ofende cuando se enseña sobre la gracia y la incompetencia humana. Palabras como decía el apóstol Pablo “…miserable de mí” son una verdadera bofetada para aquellos que se solazan en sí mismos, contemplando sus buenas obras, su presunta “obediencia” y “fidelidad” al Señor. ¡Que miserables somos! Aun siendo creyentes, insistimos en que hay méritos propios.

Cuando entendemos profundamente nuestra incompetencia natural, no nos queda alternativa que confesarlo y depositarnos en la nueva naturaleza creada por Dios para buenas obras, que él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10) Son esas obras creadas de él, ejecutadas por él y para su gloria. Para que aquello se manifieste en nuestra vida, primero debemos llegar a la noble confesión de decir: “No puedo Señor”. Recordemos que la eterna gracia y misericordia de Dios solo se hizo manifiesta una vez que el hombre cayó a tierra.
Es una frase muy simple, pero a la vez la más difícil de pronunciar. Esta frase atenta contra nuestro orgullo y soberbia; contra la altivez de espíritu que continúa pretendiendo comprar el favor de Dios y mostrar méritos. A veces presumimos ser “súper” cristianos, llenos de fe, de energías y listos para la batalla. Proclamamos a viva voz que somos soldados de Cristo y elevamos simbólicamente su pendón, dispuestos a dar todo para él, sin embargo, tan solo basta con una amenaza del enemigo o un traspié de nuestra inconsistencia, para derretirnos como cera y caer a tierra. Allí, con nuestro pecho a tierra es donde Dios opera para depositar la excelencia de su poder. Dios no nos quiere ver presumiendo espiritualidad frente a nadie, ni menos frente a él, porque nos conoce en lo profundo de nuestro corazón; El Señor nos quiere rendidos en nuestra frágil humanidad confesando la frase que acompañará este estudio: “No puedo Señor”.

Dios se glorifica en la debilidad, y cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Corintios 12: 10). Esa es la tónica de todos los hombres y mujeres que fueron usados por Dios, y que la sagrada escritura nos revela para nuestra consolación y enseñanza. Observemos en esta perspectiva y brevemente, a tres hombres escogidos por Dios para llevar a cabo sus planes soberanos. En los tres casos vemos como El Señor deposita su tesoro y la excelencia de su poder en la debilidad, fragilidad e incompetencia del hombre.

1. Moisés

“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” Éxodo 4: 10

La primera frase de Moisés que lo hizo apto para llevar a cabo el propósito que Dios soberanamente había predeterminado, fue en resumen aquel: “No puedo Señor”. Él argumenta que no estaba apto para este llamamiento debido a la limitación de su lengua. Algunos piensan que Moisés era tartamudo, y es lo más probable, pero cualquiera que hubiese sido el problema que tenía, era una limitación que le impedía ser el vocero de Dios ante faraón. Sin duda, que ninguno de nosotros hubiese escogido a Moisés para una tarea así. Pero Dios no es como nosotros y no actúa conforme a nuestra lógica. Él resalta su poder y su excelencia en medio del fracaso, la debilidad y las limitaciones de los hombres. Él deposita su tesoro en vasos de barros.

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2 Corintios 4:7

Moisés se declara no apto; quizá por miedo o por comodidad, pero una cosa es concreta, humanamente hablando, él no era la persona apropiada. Sin embargo, Dios en su infinita sabiduría escoge a este hombre asesino que huyó de Egipto despavorido al desierto. Este hombre era el designado por Dios, y aún, con toda la limitación que él tenía, fue usado poderosamente.

“Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar” Éxodo 4: 11-12

No obstante a esta contundente respuesta de Dios, Moisés continúa argumentando respecto a su propia limitación diciendo implícitamente “No puedo Señor”. Pero Dios vuelve a manifestarle su soberana voluntad.

“Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios” Éxodo 4: 14-16

Las dos respuestas que Dios le dio a Moisés hacen resaltar de sobremanera los atributos de Dios; su soberanía, su poder y su omnisciencia se hacen nítidos cuando nos detenemos a observar sus Palabras imperativas frente al frágil Moisés. Dios hace todas las cosas; y en este plan, escoge a un tartamudo incompetente para depositar una tarea enorme. Dios hablaba a Moisés, y su hermano Aarón era su locutor. ¿Es lógico esto? Por cierto que no. No sería más lógico que Dios hubiese liberado a su pueblo de manera directa o usando a un hombre apto como Aarón? Los propósitos de Dios son irracionales y no los podemos entender. La carne no puede entender lo que es de Dios. ¿Acaso en vano la escritura dice que las palabras de la cruz son locura? (1 Corintios 1:18) La implícita confesión de Moisés: “No puedo Señor”, es lo que hizo apto para que el poder de Dios posara sobre él y para cumplir aquella misión extraordinaria.

2. Gedeón

“Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” Jueces 6: 15

Ahora es el turno de Gedeón. Es increíble descubrir la misma tónica y similar expresión a la de Moisés. Gedeón frente al imperativo divino, también confiesa su incompetencia e implícitamente dice: “No puedo Señor”. Ahora no era una limitación física como la lengua de Moisés, sino que su situación socioeconómica y la dependencia de sus padres. Es interesante resaltar que Dios escogió al menor de esa familia; al más frágil y podríamos decir, al menos apto.

Dios no hace acepción de personas como dice la escritura (Efesios 6:9), por lo tanto, la situación socioeconómica de una familia no es limitación para sus propósitos. Evidentemente para el hombre, sí es importante la posición social y los recursos económicos, por lo tanto, la marginación y las limitaciones respecto a planes y objetivos se ven limitados en esa esfera. Esa era la situación de Gedeón; el menor de una familia pobre en Manasés confiesa con la misma expresión de Moisés “Ah Señor mío” “no puedo”. Esa confesión es la que Dios utiliza para depositar su poder, y llevar a cabo sus planes eternos para su gloria.

“Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre” Jueces 6: 16

De la misma forma que con Moisés, Dios le aclara a Gedeón que la garantía de victoria sobre los madianitas, no reposa sobre la capacidad humana, sino que en el poder del Eterno. “Yo estaré contigo” le dijo El Señor a su criatura escogida, por lo tanto, los méritos y la gloria son exclusivamente de Dios y no del hombre.

Lo sintomático de este plan que Dios llevo a cabo con Gedeón, es como se fue reduciendo la cantidad de hombres reclutados para la campaña para la batalla contra los madianitas. Gedeón comenzó con treinta y dos mil hombres, pero Dios que resalta su poder y su gloria en la debilidad, redujo este ejército a solo trecientos efectivos que debían hacer frente ciento treinta y cinco mil soldados enemigos. Una decisión ilógica en la perspectiva humana; 300 v/s 135.000, desproporción que descarta la probabilidad de éxito.

Gedeón, el guerrero de Dios que comenzó confesando su fragilidad e incompetencia con aquel implícito: “No puedo Señor”, fue el protagonista de una de las batallas más reconocidas en toda la historia de Israel, y que curiosamente ha sido tomada como modelo por los estrategas de guerras actuales. Lo imposible para el hombre, es posible para Dios.

3. Jeremías

“Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” Jeremías 1:6

Finalmente observaremos la experiencia de otro varón escogido por Dios: Jeremías. Como lo indica el texto, la expresión de este hombre es igual que a la de Moisés y Gedeón que ya hemos leído. Ahora era un frágil pequeño sin elocuencia y sin capacidad para ser profeta. Dios lo escoge para llevar una tremenda tarea como se detalla a continuación:

“Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” Jeremías 1: 10

Algunos señalan que Jeremías era un muchacho de unos quince años cuando Dios lo llamó a profetizar. Otros le adjudican veinte años, pero sea como sea, era un muchacho sin experiencia y frágil. Nuevamente la pregunta lógica sería ¿Por qué Dios no escogió a alguien adulto y más experimentado? , la respuesta es la misma y que tiene el ingrediente de este estudio; Dios se glorifica en lo que “no es” para perfeccionar su poder.

“… lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” 1 Corintios 1: 27-28

De la misma manera que respondieron Moisés y Gedeón ante las demandas divinas, Jeremías también presenta su incompetencia y fragilidad que descarta absolutamente sus méritos para llevar a cabo una obra de predicación en tiempos dificultosos.

Él dice: “…no se hablar porque soy niño”. El hablar en nombre de Dios no depende de los argumentos humanos, de la retórica, elocuencia o del nivel académico que el individuo pueda tener, sino del don que Dios soberano ha depositado en aquel para llevar a cabo sus propósitos. Frente a este punto es muy bueno recordar a los escogidos por Jesús para llevar adelante su ministerio. Escogió a pescadores y personas del vulgo, entre ellos un recaudador de impuesto con toda la carga social negativa que esa actividad significaba en la época. Ninguno de nosotros podría decir que él escogió lo más refinado, lo más capaz o apto de la sociedad, al contrario; Dios usa “lo que no es” para deshacer lo que es.
De esta manera, El Señor usa a este Jeremías, un muchacho sin retórica y sin academia, pero con el ingrediente suficientemente necesario para ser usado: Su propia incompetencia. Pablo habla de esta realidad frente a dos de sus amados discípulos, que eran jóvenes para la época y cultura; me refiero a Timoteo y Tito.

“Ninguno tenga en poco tu juventud” 1 Timoteo 4:12

“Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” Tito 2:15

Aunque para ese tiempo “la juventud” era una etapa considerada en el marco de una edad que en la actualidad seria llamada adultez, sus amados discípulos Timoteo y Tito fueron escogidos por Dios para llevar la noble tarea de pastorear un rebaño, en Éfeso y en Creta respectivamente. A ambos Pablo les anima y les exhorta a entender que su juventud de ningún modo podría ser motivo del desprecio o de la subestimación de los demás. De la misma forma, lo hace con Jeremías a quien le dice:

“No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca” Jeremías 1: 7-9

La capacidad de Jeremías para servir a Dios, no radicaba en sus atributos naturales, porque ya hemos comprobado que no los tenía, sino que en la competencia que provino directamente de lo alto (2 Corintios 3: 5). De manera que Dios pone en la boca de este muchacho su Palabra, por consecuencia la gloria de Dios resplandeció en él, porque la excelencia del poder jamás fue de aquel muchacho inexperto e incompetente.

Es que nos cuesta tanto aceptar que Dios escoge a incompetentes. No hiere el orgullo y la vanagloria con la cual fuimos alimentados desde los albores de nuestra existencia: “Tú puedes andar solo, tu puedes llegar a ser lo que quieras, tu eres dueño de tu destino si te lo propones, etc.”, son algunas de las clásicas frases que nos tendieron aquella senda de una supuesta capacidad humana que fermentó el pecado que mora en nosotros y nos hizo altivos hasta mas no poder. No obstante, cuando Cristo vino a nuestra vida, derribó toda esta altivez y nos reveló que éramos niños incompetentes frente a él. No en vano, Cristo decía:

“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” Mateo 18:3

Ud. no depositaría tareas de enorme responsabilidad y trascendencia en manos de niños, pero Dios sí. Esto significa que Dios muestra su gloria obrando sobre la base de la incompetencia de un niño, para que la excelencia del poder no sea de hombre alguno. A pesar de que el hombre no acepte y tergiverse esta verdad, este siempre ha sido el patrón de Dios. Jeremías, Gedeón y Moisés, son algunos de los tantos ejemplos.
Es imprescindible que podamos entender, aceptar y proclamar aquel “no puedo Señor” para que la gracia de Dios nos use para su gloria.

Amados hermanos, no olvidemos que estamos sirviendo al Dios soberano que todo lo hace para su gloria. Cristo lo dijo: “tuya es la gloria” (Mateo 6: 13) y Pablo lo ratificó: “…para él son todas las cosas” (Rom. 11:36)

“Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo nos ayude a ser sumisos y aceptar nuestra incompetencia para que seamos usados para su gloria. Que así sea, amén.

PEL 3/2015

Categorías: Estudio

5 comentarios

Elsa Esther Falconi · 11 de abril de 2015 a las 03:54

Doy gracias a Dios por vuestro estudio que generosamente compartìs, Dios sea siempre glorificado con excelentes obras que nacen y se hacen en Su poder. Es necesario recordar nuestra fragilidad humana , nuestra ineptitud o incapacidad como respuesta de un espiritu humilde y rendido al Señor y no sea este reconocimiento de nuestra incapacidad, como un pretexto para eludir o no aceptar el llamado que Dios haga de nosotros, recordemos que servirle debe ser una disposiciòn genuina en nuestros corazone , como muestra del amor y gratitud por todo lo que hace en nosotros.El poder y la perfecciòn vienen de El y la Gloria siempre le corresponderà solo a El y para nosotros serà siempre el gozo de hacerlo consu ayuda.
Aprovecho de indicarles que las dos anteriores envios de estudios no ha estado posible abrirlos .
Les doy gracias y oro para que el Señor Jesucristo les siga usando ricamente para el bien de Su grey-

EULOGIO ROMERO MÂITRE · 13 de abril de 2015 a las 12:40

HEMANOS:
DESPUES DE MUCHOS AÑOS, HE LLEGADO A ESTA CONCLUSION «NO PUEDO SEÑOR Y SOLO TU GRACIA NOS SALVARA»

Ximena · 16 de abril de 2015 a las 17:16

Hermano Pablo:
Solo expresar mi gratitud al Señor por comprender esta Verdad tan fuerte , donde derriba esa altivez y arrogancia tan propia en nosotros para que la Gloria y la honra sean dadas solo al que lo merece.

Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén ( Romanos 11:36 )

Victoria · 16 de abril de 2015 a las 19:40

Hno. Pablo, su página es una tremenda bendición para nuestras vidas ! Este tema » Señor no puedo » es un enorme desafío a » querer poder » , para que la Gloria de Dios se manifieste en nuestras incapacidades y recordar siempre que Él escogió del mundo : a lo necio, a lo débil, a lo vil y a lo que no es, para deshacer lo que es ( altivez, orgullo, vanagloria etc)

Rodolfo · 23 de abril de 2015 a las 08:20

Toda la Gloria a nuestro Dios Padre y a nuestro Señor Jesucristo por todos los siglos. Amén.
Ayudenos Señor a experimentar, cada día, está verdad y nécesidad de réconocer y decir «Ah, Ah, Señor mio… No puedo Señor..!!», porque mucho nos afanamos en hacer todo con nuestras «fuerzas» y supuestas «capacidades», pero NO podemos.
Que SU PODER se perfeccione en nuestras debilidades, para que de buena gana nos gloriemos en en ellas, y que su gracia y el poder de Cristo repose sobre nosotros. Amén.

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