Uno de los mandamientos legados por nuestro Señor Jesucristo, fue el de hacer memoria de él, partiendo un pan y bebiendo una copa.
Esto es lo que conocemos como:

“ El partimiento del pan” (Hechos 2:42, 46 / 20:7)
“ La mesa del Señor” (1 Corintios 10:21)
“ La comunión” (1 Corintios 10:16)
“ La Cena del Señor” (1 Corintios 11:20)

1. HACER MEMORIA

Esta hermosa y solemne reunión, tiene como finalidad hacer memoria del Señor Jesucristo en su padecimiento, muerte y resurrección, sellando el nuevo pacto de la gracia, entre Dios y el hombre caído.

Desde tiempos remotos, Dios insistía a que se hiciese memoria de lo que él, por su amor, gracia y misericordia, realizaba en favor del hombre. Así lo vemos en el libro de génesis con la experiencia de Abram, a quien le recuerda lo siguiente:

”Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” ( Génesis 15:7)

No cabe duda, que una de las debilidades de la naturaleza caída del hombre, es la fragilidad de su memoria y en particular, cuando se trata de resaltar la gracia que Dios le ha otorgado.
La experiencia con la nación de Israel no fué distinta. Previamente a la liberación definitiva de la esclavitud opresora de Egipto, Dios instituye un ceremonial con emblemas y procedimientos claramente detallados, cuyo objetivo era uno solo: hacer memoria de lo que Dios había hecho con Israel.

“Guardareis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre. Y cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, guardareis este rito. Y cuando os dijeren vuestros hijos ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios , y libró nuestras casas”. (Exodo 12:24-25)

“Cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Deuteronomio 6:12)

Estos textos, entre tantos otros, nos señalan la constante insistencia de parte de Dios, para preservar en la frágil memoria del los hombres, las bendiciones otorgadas desde el cielo como manifestación de gracia soberana.

El imperativo que el Señor Jesús estableció en los evangelios, también tiene este solemne sello: “Haced esto en memoria de Mi”

En aquel momento, el Señor Jesús estaba anunciando el sello de un nuevo pacto; ya no con el sacrificio de machos cabríos ni rituales de la ley, sino que en su preciosa y perfecta persona.
Es en ese preciso momento, cuando el Señor alza un pan como símbolo de su cuerpo partido en expiación, y luego la copa como símil de su sacrificio en aquel derramamiento de su sangre para la redención de nuestros pecados.

Como vemos, La Pascua con Israel en la Ley, y la Cena del Señor con la Iglesia en la Gracia, presentan un denominador común, cual es, HACER MEMORIA DE LO QUE DIOS HA HECHO. En la ley, las sombras de lo que había de venir, y en la gracia, la imagen misma de las cosas (Hebreos 10:1).

2. ADORAR

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23)

Bien sabemos, que en el tiempo de la Ley, la adoración se realizaba en medio de figuras y sombras de lo que había de venir ( Hebreos 8:5 / 10:1 / Colosenses 2:16-17) En la experiencia que el Señor Jesús tuvo con la mujer Samaritana, quedó claramente revelado que ya era el tiempo en que la auténtica adoración se realizaría en espíritu y en verdad, es decir, en torno a la preciosa persona del Señor Jesús en donde se cristalizan todos los atributos del Dios eterno (Colosenses 1:15-20)

Dios busca primeramente adoradores. No debemos olvidar que cuando el señor Jesús eligió a sus discípulos, los llamó para que primero estuviesen con él, y luego los envió a predicar.
“ Y estableció a doce, PARA QUE ESTUVIESEN CON ÉL, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14)
Dios desea en primer lugar que estemos con él, que le adoremos, que alabemos la gloria de su gracia en la persona santa de su Hijo. El trabajo vendrá luego.
Recordemos a Marta y María:
“ Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:41-42)

Marta estaba muy afanada y turbada trabajando “para el Señor” , pero la enseñanza de Cristo nos deja en claro que ninguna actividad ni servicio es más importante que nuestra adoración. Es necesario estar junto a los pies y junto a la cruz de Cristo adorando, y luego “a trabajar”.

MANDAMIENTO Y PRACTICAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA

Es necesario señalar que en la institución de la “cena del Señor”, la única instrucción dogmática , revelada en las Santas Escrituras, es la conmemoración misma, la cual, ha de ser realizada en toda iglesia local. En otras palabras, toda iglesia fundada en los preceptos bíblicos, debe celebrar esta solemne reunión, por que el Señor así lo ordenó.

“HACED ESTO EN MEMORIA DE MI” ( Lucas 22:19)

Ahora bien, el procedimiento mismo de la cena, la clase de pan, el tipo de vino y la frecuencia de la celebración, son puntos que no están establecidos en la Biblia como dogmas, pero que sin embargo, la luz arrojada por las escrituras respecto a este importante tema, nos sugiere un procedimiento sano, que con sumisión, lo podríamos adoptar.

1. EL PAN: El pan constituye el símbolo del cuerpo del Señor Jesús que fue partido y molido por nuestros pecados. Por cierto, ES UN SIMBOLO. Esto nos hace razonar que todo esta enmarcado dentro de un contexto simbólico, por lo tanto, en esa directriz debemos estudiar este punto.

Dentro de este contexto simbólico, esta la preciosa figura del Señor Jesús, es por esa razón, que debemos prestar atención y cuidado al dedicar un símbolo en su nombre. Si bien, estamos en tiempos de gracia, no podemos olvidar las consecuencias que los hijos de Israel recibían en retribución a su desobediencia, cuando alteraban en su propia “sabiduría” símbolos o figuras claramente definidas y determinadas por Dios.

Por ejemplo, en la pascua judía (Pesaj), Dios estableció en forma muy precisa, que el cordero asignado para tal sacrificio, debía ser sin defecto (Exodo 12:5). Para los hijos de Israel, no debió ser fácil entender el “por que” de aquella instrucción, sin embargo, procuraban cumplirla cabalmente.

Para nosotros que conocemos las sombras del antiguo testamento y la imagen misma del nuevo, entendemos claramente que la figura de aquel cordero perfecto que era destinado para el sacrificio de la pascua, representaba la persona perfecta de nuestro Salvador, el Señor Jesucristo.
Ciertamente, ninguno de nosotros concebiría en la mente, la idea de que aquella pascua podría haber sido realizada con un cordero enfermo, sin dientes o con una pata quebrada.

A diferencia con las instrucciones dadas al pueblo de Israel, enmarcado en una dispensación muy distinta a la gracia, la Biblia no nos indica con mandamiento ineludible, que tipo de pan ha de ser utilizado en la celebración de la mesa del Señor. Sin embargo, nos encontramos con bastante luz y sustento bíblico, permitiendo descubrir que uno de los ingredientes que componen el pan usado habitualmente, se enmarca dentro de un contexto simbólico que alude al pecado, me refiero, a la levadura.

La levadura, tanto en el antiguo testamento como en el nuevo, nos señala la pecaminosidad del ser humano . La fermentación de la masa, simboliza nuestro pecado representado en la vanagloria y la autosuficiencia. En términos prácticos, podemos comparar una masa altamente leudada; gorda, inflada y atractiva. Justamente, eso es lo que Dios no quiere de nosotros. Por el contrario, nuestra “gloria” y nuestras “capacidades” deben menguar, para permitir que Su Gloria sí sea vista. (Exodo 12:15 – 20 / Levítico 2: 11 / Deuteronomio 16: 3 – 4 / Amos 4: 1-5 / 1Corintios 5: 6 – 8 / Gálatas 5: 9)

En esa perspectiva, entendemos que el Señor Jesucristo en su encarnación, vida pública y padecimiento, nunca hizo pecado (Hebreos 4:15 / 1Pedro 2:22) y su vida fue sin tacha. Esto, sin duda nos debe hacer reflexionar respecto de cualquier símbolo o figura que represente la persona santa de nuestro Señor Jesucristo. Y con mayor razón, refiriéndonos a un símbolo asignado por el propio Señor cuando dijo: “Esto es mi cuerpo”.

En la pascua judía o Pesaj, Dios estableció tres alimentos que debían comerse en la celebración; Un cordero, pan y hierbas amargas (Exodo 12: 8). Bien sabemos, que estos símbolos tipificaban la persona de nuestro Señor Jesucristo representado en un cordero perfecto, sin pecado (pan sin levadura) y en la hora de aflicción y de la redención.(hierbas amargas).
La preparación de aquel pan está revelada en el libro de levítico:

“Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será torta de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite” (Levítico 2:4)

El hojaldres o Matzah, era y es una especie de hoja delgada cuadrada, conocida como pan ázimo, osea masa sin levadura. Esta, era comida bajo el solemne significado de “pan de aflicción “ (Deuteronomio 16: 3), que representaba la aflicción de la liberación de la opresión de Faraón. Matzah, fue lo que los hijos de Israel comieron aquella noche cuando Jehová los libertó de la esclavitud de Egipto. Matzah, fue lo que el Señor tomo aquella noche instituyéndola como símbolo de “su cuerpo” que sería dado en sacrificio. Recordemos que antes que el Señor instituyera el ceremonial de “la comunión” , también había mojado Matzah en el plato de hierbas amargas junto a Judas quien lo entregó. (Mateo 26: 23)

Como vemos, La Santa Escritura nos arroja suficiente luz, como para entender que tipo de pan deberíamos utilizar como símbolo del cuerpo santo del Señor Jesús en la solemne celebración de su mesa.
Además, a todo este contundente argumento bíblico, histórico y cultural, se añade nuestro sentido de concebir las cosas. En otras palabras, podríamos decir que es mas fácil y mas simple, cocer un pan sin levadura, y que al comerlo haciendo memoria de Cristo, relacionaremos con mayor facilidad, la amargura, el sin sabor, el desprecio, la aflicción y lo poco atractivo que fue el cuerpo santo y sin mancha de nuestro amado Salvador, al momento de ser entregado y sacrificado por nosotros.

“ Subirá cual renuevo delante de él, y como raiz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres” (Isaías 53: 2-3)

“ “Mas soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo” (Salmo 22:6)

2. EL VINO: Mucho se ha argumentado acerca del vino; algunos sostienen que debe ser jugo de uva no fermentado, otros dicen que debe ser fermentado; unos dicen que debe ser vino agrio y otros vino dulce.
Al margen de la postura que cada uno pueda tener al respecto, la palabra misma nos señala que es lo que debe ser: VINO.
En cualquier época y lugar del planeta, el vino fue, es y será, el fruto del zumo de la uva en estado fermentado. Si tomamos un racimo de uvas y extraemos su savia, no obtendremos vino, a menos que dejemos tiempo para su necesaria fermentación.
La Santa Escritura nos enseña en forma muy precisa que la bebida que se acostumbraba a tomar en celebraciones y fiestas, era vino (Juan 2: 1-12), y nos señala con mucha precisión, los efectos nocivos de su consumo en exceso.

“ ¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! (Isaias 5: 11)

“ No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” (Proverbios 23:31-32)

“ …el hombre que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio” (Habacuc 2: 5)

No cabe duda, el vino es el fruto de la fermentación del jugo de uva.
Ahora bien, al igual que con el pan, la pascua judía nos revela algunos antecedentes bien importantes al respecto.
En la mesa de la celebración del Pesaj (Pascua), se utilizaban cuatro copas; La copa de santificación, La copa de alabanza, La copa de la redención y La copa de adopción . La tercera copa (de la redención) fue la que el Señor Jesús distinguió como “La copa del nuevo pacto” (Lucas 22: 20)
Si bien, la escritura menciona que el contenido de la copa era “fruto de la vid”, no existe incompatibilidad alguna, en sostener con suficiente argumento bíblico, histórico y cultural, que aquella descripción se dirigía al vino.

3. LA FRECUENCIA DE LA CELEBRACION

Todos sabemos que muchas iglesias celebran la mesa del Señor una vez al mes, dos veces al año, etc.
Sin embargo, haciendo una mirada muy simple y sujeta a los relatos bíblicos, nos encontramos con los siguiente:

“ El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche.” (Hechos 20: 7)

Si bien, no existe un dogma al respecto, este sencillo relato de la costumbre de los creyentes en Troas con la participación del apóstol Pablo, nos entrega cierta claridad respecto a la frecuencia de la celebración. Cada primer día de la semana.
La verdad es que no podría ser de otra forma, considerando que fue el domingo cuando el Señor resucitó y fue el primer día de la semana cuando el Señor se apareció a sus discípulos. Los creyentes de la iglesia primitiva acostumbraban a reunirse el domingo en la tarde para partir el pan, orar y estudiar las escrituras. La reunión era por la tarde, según entendemos en el relato señalado:

“…. y alargó el discurso hasta la medianoche.” (Hechos 20: 7)

UN PAN Y UNA COPA

“Así pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1Corintios 11:26)

La clara instrucción doctrinal del significado de la Cena del Señor, la encontramos en la primera epístola a Los Corintios 20 años después de que Cristo la hubiere instituido junto a sus discípulos.
En primer lugar, la singularidad tanto del pan como de la copa, es indiscutible. Los símbolos son solamente UN PAN y UNA COPA, lo que significa UN CUERPO y UN SACRIFICIO.

“ La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? (1Corintios 10: 16)

Según el relato, la idea singular tanto de la copa como del pan, es evidente. Este simbolismo del cuerpo de Cristo y su sacrificio, se vería alterado, si en la celebración de la Cena del Señor, utilizáramos varias copas o varios panes. Aún así, existen muchos que argumentan bajo la consigna, “son solo símbolos”, la postura de realizar esta reunión con varias copas y con varios pedazos de pan.

¿VARIAS COPAS O UNA GRAN COPA?

Hay argumentos que señalan la necesidad de utilizar varias copas debido a la gran cantidad de miembros que participan en la cena del Señor, permitiendo así, una mayor rapidez y un servicio mas higiénico. Hay otros razonamientos que concuerdan con la idea de usar una gran copa de amplia capacidad.
Frente a este tema, siempre me ha surgido la inquietud personal de meditar acerca de cual es la cantidad ideal de miembros que debiera tener una iglesia local. El Señor Jesús habló de “manada pequeña”, “pocos”, “dos o tres” , etc. Tal vez, al parecer, podría ser la copa quien auto regula el crecimiento inconveniente de una iglesia local. En otras palabras, cuando UNA COPA (normal) no da abasto para ser utilizada en una membresía local, la necesidad de que otra iglesia local se inicie, es inminente. Osea, la solución, no es agrandar la copa, sino que pensar en que otra iglesia local ha de ser abierta.
Otro argumento consistente al respecto, lo encontramos en el libro de los Hechos:

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2: 42)

Bien sabemos, que en las membresías muy masivas, es imposible mantener “la comunión unos con otros” y por consecuencia, celebrar la mesa del Señor con una copa normal. Por lo general, ocurre que hermanos no conocen ni sus nombres entre sí, pero sin embargo, están en “plena comunión”.

Cabe señalar una vez mas, que la Biblia no dogmatiza estos puntos, pero sí, nos entrega suficiente claridad como para entender que es lo mas conveniente y apegado a la esencia de dicha celebración.

EL ERROR DE LOS CORINTIOS

Todos sabemos que el apóstol Pablo debió corregir el procedimiento erróneo que los Corintios habían adoptado en relación a la celebración de la mesa del Señor.
Según entendemos en el relato de la primera epístola a los Corintios (Cap. 11: 17 – 34), Pablo habla de que ellos no se reunían para comer la cena del Señor, sino que aquella solemne reunión, la habían transformado en una indigna fiesta de glotonería y embriaguez.
La historia de la iglesia primitiva , nos habla de que algunas asambleas acostumbraban a mantener una comida fraternal, llamada ágape. Pero lamentablemente, en Corinto esa práctica se convirtió en una reunión llena de carnalidad y lejos de toda solemnidad propia de la mesa del Señor.

Por esta razón, el apóstol Pablo tiene que decir claramente lo que del Señor había recibido:

“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mi. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así pues, todas las veces que comiereis este pan, y que bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11: 23-26)

El apóstol concluye toda esta instrucción, con una solemne advertencia a cualquiera que tomara la celebración de la cena del Señor sin respeto y sin entender la esencia de su significado.
La escritura utiliza la palabra “indignamente” que en su origen nos alude a la “falta de respeto”, que los corintios habían cometido en aquella celebración.
Por cierto, ninguno de nosotros es “digno” de participar de los privilegio que el Señor entrega, por tanto, es necesario entender que la exhortación de Pablo, enseña a no participar de esta solemne reunión irrespetuosamente y sin entender lo que ella significa.

“Por el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:29)

Es por esta razón que, además de aquella solemne advertencia que Dios nos entrega por medio del apóstol, también se nos instruye a que cada uno se pruebe a “sí mismo” y luego participe de los símbolos.

“Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1 Corintios 11: 28)

El llamado del apóstol es para que cada uno se pruebe a SÍ MISMO y no es para probar a nuestro hermano ni para vetarlo de aquel privilegio. Todo hijo de Dios tiene adquirido aquel derecho, por la justicia y la dignidad legítima, que solo Cristo posee y que nos imparte en su gracia soberana.

CONCLUSIÓN

La Biblia nos enseña que cada iglesia local debe participar de la celebración de la “mesa del Señor”. Ahora bien, la frecuencia de la celebración, el horario, el tipo de pan y el contenido de la copa, no son temas encontrados en las escrituras como instrucciones dogmáticas. Sin embargo, los relatos bíblicos nos imparten la suficiente claridad acerca de esos tópicos como para adoptarlos convenientemente.

PEL2002

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