LA IGUALDAD Y EL CAPITALISMO RELIGIOSO
“…para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos” 2 Corintios 8: 14-15
El apóstol Pablo resalta esta noble enseñanza en medio de la realidad por la cual cruzaba la iglesia en esos tiempos.
A diferencia de lo que los facinerosos y traficantes de almas de la actualidad enseñan, insistiendo en que la iglesia debe ser tan igual como una tinaja rebosante de oro; la verdadera y fiel iglesia de Jesucristo si ha tenido que sufrir necesidad a través de su historia y desarrollo.
Eso es justamente lo que estaba pasando en el tiempo en que Pablo escribía a los Corintios cuando, por la gracia de Dios, asoman aquellas congregaciones de la región de Macedonia que si bien, su situación económica era paupérrima, no obstante, eran ricos en generosidad ya que daban más allá de su fuerzas.
“Asimismo, hermanos, os hacemos conocer la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas” 2 Corintios 8: 1-3
El nacimiento de la ofrenda o colecta, no fue producto de un ritual religioso o de alguna determinación dogmática como hoy se concibe, sino que las escrituras revelan que fue la necesidad contingente que llevó a establecer este método de recaudación y de administración, y cuyo objetivo era repartir para ayudar a los hermanos más pobres. La ofrenda jamás fue establecida como un ritual de adoración para Dios como algunos enseñan, ya que aquello sería como que si él necesitara de nuestro dinero. Así lo han hecho siempre todas las religiones paganas en donde sus feligreses llegan con donativos de oros y piedras preciosas a los altares de sus divinidades a fin de transar favores y dádivas.
Nuestro Dios todopoderoso no necesita nuestro dinero. Somos nosotros, los seres humanos que necesitamos el dinero para alimentarnos, vestirnos, transportarnos, etc. No en vano, la escritura enseña que la ofrenda es “para los santos”, es decir, para los hermanos. Tampoco dice que la ofrenda es para “el santo o ungido” como algunos reclaman la exclusividad de esta recaudación.
“Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad” Hechos 4: 34-35
Este pasaje de las santas escrituras, nos enseña que la ofrenda para los santos, evitaba que hubiera hermanos en extrema necesidad, ya que los que poseían más, entregaban más y por consecuencia, se repartía más. Notemos que el texto dice que los bienes se ponían a los pies de los apóstoles y que se repartía, situación tan diametralmente opuesta a lo que ocurre en la iglesia actual. Este pasaje del libro de los Hechos ha sido brutalmente mutilado por los predicadores del evangelio de la codicia, quienes enfatizan solo la primera parte, pero han censurado deliberadamente la palabra “repartir”.
Es de suma importancia elevar la enseñanza apostólica respecto a este tema. El pasaje de 2 Corintios 8: 14 – 15 que encabeza este estudio, nos trae a la memoria la experiencia del propio pueblo de Israel cuando recibía el rocío de la gracia divina representado en aquel maná que descendía del cielo.
La palabra “maná” en su original denota una pregunta ¿Qué es esto?, nadie sabía que era, pero bien sabemos que era el célico alimento que Dios, en su misericordia, suministraba fielmente a su pueblo.
Lo interesante de esta experiencia, era que aquel que recogía mucho maná, tenía que necesariamente compartirlo con aquel que había recogido poco, de lo contrario se descomponía y no servía para comerlo.
“Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda. Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Más ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.” Éxodo 16: 15-21
Este texto nos declara la esencia del concepto de la igualdad que debe reinar en medio del pueblo de Dios. La provisión divina fue destinada para el sustento del pueblo para que con igualdad se lograra repartir, de manera que nadie acumule innecesariamente y que a nadie le falte.
El hombre por naturaleza es un acumulador de bienes a tal punto, que le faltará vida para poder utilizarlos algún día. Hay quienes tienen que botar alimentos acumulados sin consumir, debido a que estos se descompusieron y se agusanaron dentro de sus despensas, en lugar de repartirlos oportunamente a quienes tienen necesidad.
La ofrenda que se recauda en las iglesias cristianas debe ser utilizada, no solo para la mantención del local de reunión, sino que para apoyar a aquellos hermanos que están con mayor necesidad. Así como se enseña el ejemplo de la iglesia primitiva que se revela en las sagradas escrituras, así también debería ser el proceder de la iglesia de este tiempo.
Pero bien sabemos que no es así. Hay líderes de la actualidad que acumulan bienes desmedidamente para su propio provecho. Los vemos predicando sobre el diezmo, las ofrendas, las primicias y todo lo que tenga que ver con recolección de bienes, pero nunca los veremos predicando sobre el don de “repartir” a aquellos que mas necesitan.
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada… el que reparte, con liberalidad” Romanos 12: 6-8
La instrucción apostólica es un llamado a compartir o repartir los bienes de la iglesia con “liberalidad”, es decir, con generosidad según la legítima necesidad de los santos.
Es una evidencia que la igualdad se ha ido extinguiendo en el pueblo de Dios. Las clases sociales y siendo mas preciso, el clasismo es una realidad indiscutible en el seno de las iglesias. Ya hace siglos el apóstol Santiago advertía de aquello:
“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?” Santiago 2:1-6
A veces en la cristiandad actual se puede observar con mucha nitidez esta advertencia del apóstol Santiago, el clasismo, la acepción de personas y la frivolidad de la discriminación es una dura realidad en algunas iglesias que se llaman cristianas.
Por ejemplo el catolicismo romano muestra sus aristas muy marcadas en este sentido, considerando la extremada diferencia que existe entre una capilla marginal con aquellos ostentosos templos de la alta sociedad. Tanto así ha sido la profunda diferencia de clases sociales dentro de esa religión, que han tenido que crear una teología que pudiera justificar el grado de injusticia social que existe dentro del clero; me refiero a la creación del Opus Dei.
Esta orden religiosa proviene de las enseñanzas de su fundador el cura español José Maria Escrivá de Balaguer, y parte de las doctrinas de esta orden deja claramente establecido que ser pobre es una bendición, y que si alguien nace pobre, debe agradecer por haber sido escogido por Dios en esa condición. La idea es justificar la pobreza como designio divino y preservar esta casta de servidumbre para provecho de quienes supuestamente Dios los escogió lejos de la pobreza. De esta manera y con esta teología humanista, los pobres tienen que seguir siendo pobres y los ricos más ricos ya que así, según ellos, lo determinó Dios. Esto explica el porque los miembros del Opus Dei son personas de muchos recursos y que se golpean el pecho cada misa, sin embargo mortifican a los pobres y trabajadores con la injusticia social que imparten en sus propias empresas, En otras palabras, les ocurre lo mismo que indica “el sermón en contra del usurero”:
«Quizá tú des limosnas, pero ¿de dónde las sacas, sino de tus crueles rapiñas, del sufrimiento, de las lágrimas y los suspiros? ¿Qué bien puedes hacer consolando a un pobre cuanto tú creas cientos?» (Libro Fabricantes de miseria Pág.134)
Esta exterminación de la igualdad o equidad, se desplaza por medio de un ejército avasallador que se llama capitalismo, el cual privilegia solo la macroeconomía y los grandes inversionistas quienes con sus propias religiones, acallan sus conciencias para continuar abusando de los desvalidos y de los necesitados.
Este es el afamado modelo de política neo liberal que se mueve en la locomotora llamada globalización y que apunta a favorecer la macroeconomía, a los grandes inversionistas y las entidades multinacionales. Con este modelo, se despreocupa la microeconomía, la equidad en la distribución de las riquezas y la calidad de vida de los trabajadores. Con esta política, se sepulta todo concepto de equidad de la que el apóstol Pablo enseñaba a la iglesia de Corinto.
“El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos” 2 Corintios 8: 14-15
Pero el capitalismo no es solo una realidad en el acontecer secular, sino que es un esquema que se ha enquistado en el seno de la iglesia que dice llamarse cristiana evangélica.
Hoy podemos ver estructuras y corporaciones evangélicas que se asemejan bastante a estas empresas multinacionales o transnacionales que manejan mucho dinero. Son verdaderas instituciones e imperios religiosos con directorios y gobiernos piramidales que se enriquecen cada vez mas, a costa de una feligresía fiel, cuya tarea es producir dinero a como de lugar; entregando diezmos, ofrendas, premisas, vendiendo completos, empanadas, literatura, chapitas con la foto del pastor, etc.
Los directorios de estas instituciones capitalistas evangélicas, son aquellos autoproclamados pastores, obispos o ungidos, a quienes El Señor nunca les ha conocido, no obstante, gracias a su elocuencia y virtuosismo histriónico, han sabido cautivar a una muchedumbre que les sigue fielmente y que les produce capital y utilidades al cien por ciento.
Estos sistemas capitalistas evangélicos se mueven como unas verdaderas locomotoras fuera de control, desmenuzando y avasallando a cualquiera que se les ponga en frente, ya que en sus directorios hay gente profesional muy preparada que conoce los métodos para favorecer al sistema, y saben muy bien las fórmulas para explotar de manera eficiente las riquezas incrustadas en la superstición de la gente. El tesoro de este capitalismo evangélico, es el dinero que las feligresías le entrega, supuestamente a cambio de los favores divinos. Con este método inmoral, estos pastores sanguijuelas que no le han trabajado un día a nadie y cuyos pulmones permanecen vírgenes, crean verdaderas cofradías de poder a las cuales solo las personas de extrema confianza pueden penetrar.
Mientras tanto, las feligresías obreras y serviles, siguen presas de su superstición pensando que Dios es un banco que otorga sus intereses, de ahí la fidelidad en sus aportes mensuales.
Tan igual como en el mundo el sistema capitalista genera un debate publico para aprobar un aumento vergonzoso de algunas “chauchas” para supuestamente “mejorar el sueldo mínimo”, así también los capitalistas evangélicos otorgan unos kilos de arroz y fideos a los mas pobres de la congregación, mercadería que ni siquiera sale de los bolsillos de estos sinvergüenzas, ya que son los mismos feligreses que la recolectan. Que abuso de poder de estos hombrecitos avarientos que no están dispuestos a tocar sus suculentas cuentas corrientes con dinero ajeno y repartirlo con equidad a quienes pasan por escasez.
El dinero que los capitalistas evangélicos acumulan, es destinado a mantener al “siervo” con su flamante automóvil, su espléndida casa y cubrir todas las necesidades de su familia, inclusive, solventarles viajes de turismo al extranjero que ahora llevan el apelativo de “misiones o propagación del evangelio por todo el mundo”. ¡Que insulto a Dios! ¡Que cuenta tendrán que dar estos capitalistas, facinerosos y traficantes de almas al comparecer ante el gran trono blanco!
Creo que dejando este análisis escueto pero elocuente, ahora es menester leer, escuchar y meditar en lo que la infalible Palabra de Dios dice acerca de esta cruda realidad, que hoy nadie habla por temor, por compromiso o porque lo ignoran. He aquí lo que la escritura señala:
“…Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado” Juan 2: 15-16
“…Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” Mateo 21: 12-13
“…hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales” 1 Timoteo 6:5
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” 2 Pedro 2:1-3
“Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” Judas 16
Amados hermanos, si Ud., pertenece a un lugar en donde se observa la perdida de la igualdad, no se reparten los bienes recaudados, se cobra hasta los vasos de agua, y los que gobiernan se han transformado en un verdadero directorio empresarial, le debo decir, que Ud., está en un sistema capitalista religioso del cual debe salir cuanto antes. No alimente mas a este sistema corrupto del cual tanto los que guían, es decir, los líderes y los que son guiados, es decir, los feligreses, tendrán que dar cuenta de ese sistema inmoral y antibiblico.
“Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré” 2 Corintios 6:17
El llamado del Espíritu Santo para este tiempo es ¡salid de en medio pueblo mío!. El que tiene oídos para oír, oiga.
Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo le dé luz en este trascendental tema. Que así sea, Amén.
PEL07/2012