“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” Romanos 11:36
Este es uno de los textos de las Sagradas Escrituras que resume el todo de la revelación divina.
El Señor Jesús cuando enseñaba en aquel llamado “sermón del monte” , concluye aquella “oración modelo” diciendo: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:13)
Es ahí donde se nos revela, en primer lugar, que Dios es Rey, que esta sentado en su trono y como tal, es soberano y lo que su alma desea, eso hace.
En segundo lugar, se nos habla del poder de Dios. El es omnipotente; para él no hay nada imposible y por lo tanto, todo lo que quiera hacer, lo puede hacer.
En tercer lugar, se nos habla de su gloria. Todo lo que hace por su decisión soberana y mediante su poder, es única y exclusivamente para su gloria.
Pablo, dirigido por el Espíritu Santo, les escribe a los romanos diciéndoles exactamente lo mismo.
Es esa trilogía que se repite literal o implícitamente a través de todas las escrituras. Las cosas son hechas por él, mediante su poder y para su gloria.
Es esa trilogía que anula los esfuerzos humanos y opaca la vanagloria de los hombres. Es aquella declaración que revela nuestra indigencia espiritual y que nos lleva a mirar a Cristo como el único autor y consumador de todo.
Que bien nos hace meditar en esto. Porque nuestro corazón insiste en buscar y rebuscar algún mérito escondido por ahí. El pecado que aún mora en nosotros, siempre pretende elevar nuestra fuerza o dedicación, por sobre la gracia de Dios, pretendiendo eclipsar al único que merece brillar, Jesús.
Amados hermanos, reconozcamos esta semana que todo lo que fuimos, lo que somos y seremos, se lo debemos a él. Porque DE EL fue el deseo soberano de escogernos desde antes de la fundación del mundo, y POR EL fuimos salvados, y PARA EL alabaremos la gloria de su gracia por toda la eternidad. Amén.
PEL2006