“él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” Mateo 3:11

Una de las frecuentes enseñanzas presentadas en iglesias carismáticas, de corte pentecostal, y también en todas aquellas que han abierto la puerta al misticismo y a la emocionalidad, es aquella que dice que Jesús prometió un “bautismo de fuego” a los creyentes, según el texto citado de Mateo 3:11, y que se traduce en un supuesto poder “abrasador” que desciende del cielo; que enviste de poder a las personas; que les hace hablar en lenguas, orar o servir en una esfera supra humana; mística o sobrenatural, y producir grandes avivamientos. Ellos dicen que Jesús prometió ese bautismo de fuego, y que por tanto, cada creyente debe pedirlo y anhelarlo. Por tal razón, en sus reuniones y frenéticos cultos, se suele escuchar los clásicos: “dame fuego! quiero fuego! envíanos fuego! etc.

Pero esta enseñanza es otro de los mitos que debemos derribar. En esta oportunidad veremos que dice la biblia respecto al <bautismo de fuego> y a las peticiones de algunos creyentes que tanto anhelan el fuego.

En primer lugar, es necesario analizar el pasajes de Mateo 3:11. Es Juan el bautista quien está hablando a personas que venían a él y se sumergían en las aguas del Jordán como muestra de arrepentimiento. Recordemos que Juan fue el último profeta de Israel, cuyo ministerio anunciado cientos de años antes por Isaías, era “preparar” el camino y ministerio del Señor Jesús. La biblia dice:

“Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas” Mateo 3:3

Pero no solo personas arrepentidas y compungidas de corazón venían a Juan para ser bautizadas, sino que los religiosos de siempre; los fariseos y saduceos, a quienes Juan les dice: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? (Mateo 3:7).

Por lo tanto, en ese escenario compuesto de creyentes genuinos profundamente arrepentidos, pero también de religiosos o incrédulos, La Palabra de Dios expuesta fielmente mediante su siervo Juan, fue la misma de siempre; es aquella Palabra que no cambia, y que lleva el mismo sello del arrepentimiento. Como sabemos, el evangelio tiene ese orden; primero de salvación ciertamente, pero también de Juicio. Como dijo Pedro: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19).

De modo que, sin no hay arrepentimiento, los pecados permanecen indelebles en los libros de las obras de los hombres, y que serán abiertos en el día del Juicio (Apocalipsis 20:12). En resumen, Juan predicaba de “salvación y de juicio”. Esa es la enseñanza cardinal de Juan el bautista, y que vemos en todo el trozo que estamos analizando. No podemos abandonar este eje rector.

Ahora bien, la expresión que Juan utiliza cuando dice: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3:10), ratifica una vez más, que la predicación del evangelio, y la muestra de arrepentimiento en aquel acto simbólico del bautismo, lleva consigo la advertencia del inevitable juicio y sentencia que han de recibir los incrédulos; incluyendo, ciertamente, a aquellos religiosos que confiaban en sus obras y sus propias muestras de justicia. Como vemos, la sentencia es el fuego. No hay dudas.

En el lenguaje bíblico, El fuego representa la muestra de la invariable justicia de Dios. La justicia de Dios, como atributo esencial, lleva consigo además, su justa ira.

Es interesante observar como lo dice el profeta Nahúm al respecto:

“Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación… ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas” Nahúm 1: 1-6

El profeta dice que la ira de Dios se derrama como fuego. Esa es la muestra de la justicia de Dios. Siempre debemos recordar que ningún hombre podrá ser salvo a través de la colosal columna de la justicia de Dios. Si alguien osa transitar por esa senda, como búsqueda de salvación, tal cual lo hacen todas las religiones existentes; al tal solo le queda esperar el fuego consumidor. La biblia dice:

“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios….¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Hebreos 10:26-31

“…porque nuestro Dios es fuego consumidor” Hebreos 12:29

Estos textos selectos, entre otros, nos confirman que el fuego es una representación de la implacable justicia de Dios. Por lo tanto, cuando Juan el bautista dice que el “árbol que no da frutos, es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3:10), él está precisamente advirtiendo acerca del juicio de Dios y de su sentencia inapelable.

Entonces, ¿qué significa lo que dijo juan, de que Cristo bautizará en “Espíritu Santo y fuego?”. En primer lugar, debemos decir categóricamente que esa declaración no trata, de modo alguno, que aquel bautismo tenga dos elementos que lo componen, es decir, El Espíritu Santo y el fuego, como lo reclama la enseñanza pentecostal y carismática. En segundo lugar, hay que considerar que Juan está hablando de dos bautismos: uno de salvación para los creyentes, es decir, con El Espíritu Santo; y otro de condenación para los incrédulos, es decir, con fuego. De hecho, el versículo siguiente a este pasaje certifica que es así:

“Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” Mateo 3:12

Cristo, cual juez, tiene su aventador en su mano. Esto se comprende a la luz del simbolismo expresado en el texto, a partir de la actividad que significaba separar el trigo de la paja. El encargado de la siega, tomaba su aventador, y lanzando las ramas al aire, permitía separar el trigo de la paja. Como sabemos, el trigo se guardaba en el granero, pero la paja se ponía en fuego.

Precisamente esto es lo que enseña Juan respecto al bautismo en Espíritu Santo y fuego. Quienes son bautizados en El Espíritu Santo, son los salvados, pero quienes serán bautizados en el fuego, serán los condenados. Los creyentes son simbolizados en el trigo, más los condenados, en la paja que se ha de quemar. Es notable considerar que Juan agrega un detalle más respecto al fuego, el texto dice: “…que nunca se apagará”, lo que significa una clara alusión al infierno o lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:14-15).

¿Cómo entonces los pentecostales, carismáticos o derivados, anhelan el fuego, como muestra de tener poder? ¿Dónde basan su enseñanza? Debemos considerar que ellos ven el pasaje de Mateo 3:11, como un solo bautismo para creyentes, y que consiste en El Espíritu Santo y fuego. Ellos dicen que Cristo bautiza al individuo con poder a través del Espíritu Santo y del fuego, y se basan en la experiencia del día de pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo (Hechos 2: 1-3)

El problema de esa interpretación, no solo altera la sana exegesis de Mateo 3:11, debido a que deja sin ninguna relación el asunto del juicio de Dios, que se compara con el lanzar al fuego al árbol que no da frutos, o a la paja que es separada del trigo y que es quemada, sino que también tuerce indebidamente lo que enseña Hechos 2:3, ya que allí no dice que descendió fuego, sino que el texto señala: “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hechos 2:3). El texto no dice que descendió fuego o lenguas de fuego, sino que eran “lenguas como de fuego”.

Sin embargo, aun considerando la sana enseñanza sin alteraciones que hemos leído y analizado, muchos siguen diciendo que el creyente debe “vivir con fuego”, y que hay que pedir que Dios “derrame fuego a la iglesia” para que se produzca el tan anhelado, pero esquivo avivamiento. De hecho, hay himnos y canticos que hablan de esto. Algunos que irracionalmente defienden este tema, a pesar del contundente argumento bíblico que confirma que el fuego es una manifestación de justicia y de juicio, creen defender este mito, apelando al texto que dice: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” (2 Timoteo 1:6), ignorando de que allí no se está hablando del fuego que presenta Juan el bautista referido al juicio de Dios, sino que Pablo esta exhortando a Timoteo a despertar o avivar el don para servicio en la iglesia. Es decir, no tiene nada que ver con pedir fuego y recibir fuego. Eso es un mito que ha de ser derribado.

Si desea mayor información acerca de este tema, nos puede escribir a nuestro correo electrónico soloporgraciachile@gmail.com

Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos ayude a seguir “derribando mitos” mediante Su infalible Palabra. Que así sea. Amén.

PEL 10/2018


1 comentario

Ruben · 18 de febrero de 2019 a las 09:49

Bendiciones hermanos

Me gustaría dar mi punto de vista no es mi intención la confrontación pero si me gustaría exponer lo que enseña la escritura.

«Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.»
(Hechos 8:17-19)

Aquí vemos que por la imposición de manos se da el Espíritu Santo

«Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.»
(Hechos 8:20)

Y aquí se enseña que el Espíritu Santo es un don de Dios.

«Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.»
(2 Timoteo 1:6)

Y aqui la Biblia confirma que ese don (Espíritu Santo) se lo puede comparar cómo un «fuego»; la Biblia reconoce al Espíritu Santo como fuego de manera inequívoca.

Paz a vosotros

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