EL DERRRUMBE DE LA JUSTICIA
“acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” Lucas 18: 7
El destape de la nauseabunda corrupción que hay en uno de los pilares del estado de Chile que es el poder judicial, me ha llevado a reflexionar sobre la santa e incorruptible justicia de Dios, en la cual debemos esperar los creyentes.
En materia de corrupción, este año en Chile ha sido marcada por “la caída” (aunque no estoy seguro será tan así) de una red de mafiosos de “cuello y corbata” que actuaban a la sombra de las leyes. Una mafia de prevaricadores que han puesto en alto la tremenda paradoja que significa ejercer la profesión del derecho penal, pero transitando en una torcida senda de corrupción. Prevaricadores abusadores, que, en medio del cohecho, soborno, tráfico de influencias, lavado de activos, fraude fiscal, etc., han quedado al descubierto ante la opinión pública.
Sin embargo, sería absurdo experimentar una decepción ante la contingencia nacional, si es que consideramos de verdad la abundante enseñanza bíblica que nos advierte de un mundo sumido en el pecado y la inmoralidad de todo tipo. De ahí que nuestra esperanza debe ser como dijo Pedro: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” 2ª Pedro 3:13
Resulta curioso ver la simbología que representa a la justicia, la cual es una mujer vendada portando una balanza de equidad, una espada para castigar, y una venda que impide mirar a quien se le aplica la implacable justicia. La justica sin mirar a quien, siempre debe castigar a todo aquel que ha transgredido el derecho. Pero la realidad, demuestra que esta “mujer” llamada justicia, mira deliberadamente al imputado, y dependiendo de quien sea, y del poder que tenga, actúa de modo parcial e impúdico. Esto me recuerda la injusticia que revela severamente la biblia cuando dice: “Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” Santiago 5: 6
¿A cuál justicia podría aspirar un individuo que no tiene dinero ni poder? Porque para tener defensa de un abogado, se necesita dinero, y mucho. Es verdaderamente sintomático observar lo que vemos en nuestra sociedad y llevarlo a la reflexión que la infalible Palabra de Dios nos entrega hace mas de dos mil años atrás. La noble profesión del derecho esta tan desprestigiada, que ahora se cuenta como banda de mafiosos que hablan bien y portan maletín y corbata. ¡Gracias al Señor! Que tenemos un abogado incorruptible en los cielos; que nos atiende las veinticuatro horas del día, y de modo gratuito (1ª Juan 2:1)
El pasaje bíblico del encabezado de este artículo corresponde a una parábola cuyos protagonistas son un juez injusto y una viuda desamparada. Por un lado, un hombre con poder, pero corrupto; y por el otro, una mujer débil, pero representando a todos los creyentes que esperan que se les haga justicia.
No olvidemos que esta parábola fue entregada por El Señor respecto a la necesidad de orar siempre, y sin desmayar. El texto dice: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” Lucas 18:1. La oración no significa que Dios nos dará todo lo que le pidamos y en el tiempo que nosotros queramos. La oración es el medio por el cual nos comunicamos con Dios por la fe, creyendo que Él nos oye por medio de nuestro Señor Jesucristo, y que nos responde por medio de su Palabra escrita. La oración es el medio por el cual nos ponemos en “sintonía” con la voluntad de Dios. Por cierto, que esta parábola nos es muy útil para entender que mientras estemos en este planeta sumido en el pecado, viviremos injusticias, y aún más, veremos el desdén que se demuestra al débil, todo aquel que tiene poder. El juez que aparece allí no respetaba ni a Dios ni a hombre alguno; lo que demuestra que vivía para sus propios intereses y metas. ¿Qué interés o provecho le significaba a este hombre corrupto ejercer derecho a una desvalida viuda? Este tipo de hombres representa, sin dudas, a todos aquellos que tienen poder e influencia para ayudar al desvalido, pero que sin embargo no lo hacen; y muchos de ellos son profundamente religiosos que se pegan en el pecho todos los domingos en sus misas y cultos. ¡Que hipócritas! Con justa razón que Dios les tiene un castigo ejemplar a todos estos que disfrutaron de los deleites de este mundo, pero que les espera una terrible eternidad de castigo exigida por la implacable e insobornable justicia de Dios.
La viuda clama por justicia
El texto sugiere la idea de que la viuda venia constantemente al juez injusto clamando por justicia de su adversario. La frase dice: “…venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario” La traducción no indica que “vino a él diciendo”, sino que “venía a él diciendo”. La idea apunta a que la viuda al menos insistió más de una vez. El verbo “decir” esta conjugado en un <presente – continuo> apoyando aún más la interpretación de que la mujer clamaba por justicia continuamente; de hecho, el propio juez se resistía atender a esta mujer “por un tiempo” (V4a)
Este corrupto juez, que se reconocía de modo soberbio que no temía a Dios ni respetaba a las personas (V4), prefirió, por lo molestia que le resultaba la viuda y sus demandas de justicia, atenderla. El texto dice:
“Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia” Lucas 18: 4-5
Hay una profundidad enorme al analizar el texto y el contexto. El Señor advierte sobre la necesidad orar siempre, y no desmayar (V1). Porque los peregrinos que esperamos en las promesas de Dios, tenemos que constantemente reñir con las injusticias en este mundo que va de mal en peor, y en donde la justicia se derrumba cada vez mas frente a nuestro ojos. La verdad es que el mundo es un sistema que funciona sobre una estructura asimétrica y una balanza desequilibrada, y que los creyentes observamos muchas veces con molestia e impaciencia; de ahí la necesidad de estar orando siempre y no desmayar. Es interesante considerar que el desmayo en una persona se produce básicamente por un cansancio y afán extremo. El autor de la epístola a los hebreos dice:
“…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” hebreos 12:1-3
La palabra “carrera” que aparece allí, proviene del término griego “agón”, de donde deriva nuestra palabra agonía, es decir, esta continua angustia y cansancio podría desencadenar un desmayo. Por tal razón, nuestra mira y esperanza ha de estar puesta solo en El Señor Jesús nuestro “Juez justo” (2ª Timoteo 4:8). No debemos esperar nada de los “jueces corruptos” de este mundo.
Los creyentes claman por justicia al Juez Justo
Las promesas de justicia solo vendrán del Señor Jesucristo, nuestro JUEZ JUSTO (2ª Timoteo 4:8). En vano podemos esperar la verdadera justicia de los hombres; aun escuchando a aquellos cristianos hiper optimistas que, presa de su entusiasmo e inconsistente doctrina amilenarista, se esfuerzan porque creen que la sociedad puede cambiar con la predicación de evangelio. La verdad es que, si esto fuera cierto, entonces no nos queda mas que decir que llevamos mas de dos mil años de fracaso. Pero bien sabemos que la biblia no enseña esta formula ilusamente positiva y utópica.
Entre muchos textos, uno que ahora se viene a mi mente, es aquel que a modo protestatario elevaba Habacuc cuando decía:
“¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia” Habacuc 1: 2-4
Sin dudas, que esta declaración de Habacuc coincide plenamente con nuestro sentir; ¡por supuesto! Es el mismo Espíritu que inspiró al profeta, el que ahora mora en los creyentes, quienes claman por justicia. Aunque en lo personal no creo que tengamos la osadía de alegar y pedir razones al Señor como lo hizo Habacuc, sin embargo, cuando estamos cansados y al borde del desmayo, aunque no lo digamos con nuestros labios, pareciera que la protesta del profeta está viva en nuestro interior con ganas de brotar como un volcán diciendo: ¡hasta cuándo! Esto tiene un paralelismo increíble cuando vemos en el libro de apocalipsis las almas clamando por justicia:
“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, ¿no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” apocalipsis 6:9-10
Estos son aquellos que morirán durante el período de la gran tribulación, y de algún modo, representan también a todos los mártires que a través de los siglos han muerto injustamente por el “delito” de haber creído al Señor, el Juez Justo. La historia esta escrita con la sangre de los mártires de Jesús, incluyendo los fieles profetas que fueron martirizados por predicar la verdad. Estos, al igual que Habacuc, y que nosotros, claman por justicia. El Señor dijo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados…Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” Mateo 5: 6,10
Notemos que la promesa de justicia se proyecta siempre hacia el futuro. La palabra “bienaventurados” esta compuesta de dos vocablos que conforman la idea de “buena ventura”, y que, si indagamos en su raíz, descubrimos que tiene que ver con un “buen futuro”, es decir, un futuro feliz les espera a quienes aman la justicia y pelean la buena batalla por la justicia. En otras palabras, El Señor nos promete un futuro promisorio respecto a saciarnos de la tan anhelada justicia. En este punto es necesario aclarar que estos textos no significan, de modo alguno, aquello que pregonaba el humanismo y materialismo de la “teología de la liberación”, quienes tomaron parte de las enseñanzas de Jesús, y crearon una especia de amalgama de “marxismo – cristiano” mediante el activismo de lucha de clases sociales.
Es cierto que nuestra sociedad esta compuesta por clases sociales de modo asimétrico y sin igualdad de derechos ni oportunidades, y que Cristo lo expuso con bastante claridad y condena. Además, que el antiguo testamento presenta mucha abundancia de enseñanza respecto a esto. Pero no es menos cierto, que la justica a la cual se refiere nuestro Señor Jesucristo, es algo más integral y de repercusiones eternas; porque no solo se circunscribe a lo social, sino que a las secuelas del pecado que aún mora en nuestro cuerpos. ¿Qué creyente no anhela vivir permanentemente en justicia y rectitud? Solo cuando seamos glorificados, viviremos en una justicia verdadera, y esa es nuestra esperanza.
Oíd lo que dijo el juez injusto
En la pequeña parábola que ha sido base de esta reflexión, El Señor dice a modo de imperativo: “Oíd lo que dijo el juez injusto” (v6). El juez injusto dijo para sí: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia” (v4-5). Acá descubrimos que, a este juez corrupto, le molestaba la insistencia de la mujer que clamaba por justicia, y para evitar que siguiera clamando, la atendió. ¿Qué pasaría si esta mujer hubiese agotado la paciencia del juez injusto? ¿Cuál habría sido el resultado de la pérdida de paciencia de este hombre? La verdad es que la historia deja registros de muchos individuos que insistentemente clamaron por justicia; golpeando diversas puertas de tribunales; apelando a la buena voluntad de quienes están puestos para ejercer el derecho, pero sin resultados. En el peor de los casos, cuando a los magistrados y autoridades se les “agota la paciencia”, prefieren dar muerte al justo y acallar el “continuo goteo” de la voz de los que clamaban por justicia. Santiago lo presente severamente:
“¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” Santiago 5:1-6
Cristo dijo:
“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” Lucas 18:7
Atendiendo a las palabras del juez injusto, y en contraste con la esencia de nuestro Dios, descubrimos que uno de sus atributos que es la paciencia. Dios nos salva gracias a sus atributos de amor, gracia, misericordia y profunda e inagotable paciencia. Los creyentes claman por justicia día y noche; a viva voz o en el silencio de sus aposentos, pero el oído tierno de nuestro buen Dios nunca se cansará de oír nuestro clamor; Él nunca perderá su paciencia, ni dirá como aquel juez injusto, “por qué esta viuda me molesta, le haré justicia”. El es rico en paciencia y longanimidad. El Salmista decía:
“Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia” Salmos 103:8
Nuestro Juez Justo, no solo es correcto, integro e insobornable. No solo impartirá justicia verdadera y duradera; sino que además es sumamente paciente para con los que claman a Él. Su paciencia es inalcanzable. Este atributo que se conoce como “longanimidad”, nos habla de esa inmensa longitud de su ánimo para con sus escogidos. Tan solo basta con observar nuestra propia carencia de longanimidad y paciencia, para que de algún modo podamos descubrir cuan paciente ha sido Él para con nosotros; escuchando nuestras constante plegarias, y no solo eso, sino que viendo además tantas miserias humanas a través de la historia de la humanidad. No en vano el salmista comienza diciendo: “misericordioso y clemente es Jehová”. Pedro presenta esta enseñanza de esta forma:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento… Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación” 2ª Pedro 3: 9,15
Si observamos este texto vemos la pugna de dos cosas; 1) la impaciencia de algunos y 2) la paciencia de Dios. Es sabido que estamos en tiempos en que la enseñanza sobre el regreso de Cristo está siendo olvidada por muchos que ya se cansaron de esperar. Algunos tienen por tardanza la promesa del regreso de Cristo, y, es más, se burlan de esta enseñanza (2ª Pedro 3: 3-4). Hoy predicadores famosos hacen mofa y caricatura de todo lo que tenga que ver con el regreso de Cristo, y presentan con evidente desdén toda temática que hable de los eventos del porvenir. Allá ellos; en el tribunal de Cristo tendrán que rendir cuenta de lo que enseñaron y de lo que dejaron de enseñar.
Pero quienes, por gracia, seguimos confiando en las promesas literales de las escrituras, debemos perseverar en la constante oración y esperanza del Señor, el cual es paciente para con nosotros. Esto es lo dice precisamente Pedro; porque la paciencia de nuestro Señor es para salvación, por lo tanto, “¿Se tardará en respondernos?”. Ninguno de nosotros tiene el derecho de decir que El señor retarda su promesa. Que insolencia resulta oír a predicadores que en pos de ideas políticas puramente humanistas, desean detener o ralentizar los tiempos y la voluntad de Dios, lo cual ya está determinado en su Palabra. No olvidemos que Dios muda los tiempos y siempre tiene todo el control y la potestad tanto del Kronos como del kairos.
El problema está en que nosotros los hombrecitos somos impacientes, y perdemos muy rápido la esperanza. Por ejemplo, los discípulos, cual niños impacientes, le preguntaban al Señor: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? (Mateo 24:3), ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (hechos 1:3); preguntas que develan un dejo de impaciencia y ansiedad. La verdad es que no nos gusta esperar, pero lo peor que podríamos hacer, es decir que Dios tarda en responder. Debemos vivir a la luz de la esperanza siempre, y hasta que El Señor cumpla su promesa. Cristo dijo:
“Pero si aquel siervo es malo, y dice en su corazón: “Mi señor tardará… vendrá el señor de aquel siervo el día que no lo espera, y a una hora que no sabe, y lo azotará severamente y le asignará un lugar con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes” Mateo 24: 48-51
Pronto se hará justicia
“Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18:8
Hay más de dos mil años que nos separan de estas palabras dichas por nuestro Señor, pero que cobran tanta vigencia al ver el derrumbe de la justicia que no han podido sostener los hombres, por más títulos y academia que ostenten. Quizás la contingencia podría ser la razón suficiente para dejar de esperar, o reinterpretar estas palabras en torno a la filosofía y la historia; como lo hizo Agustín de Hipona y sus seguidores. ¿Podría esa palabra “pronto” ser reinterpretada alegóricamente? O descansamos en lo que Pedro decía: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” 2ª Pedro 3:8. Porque este texto confronta a los burladores que hacen escarnio y tienen por tardanza el regreso de Cristo (2ª Pedro 3: 3-4), pero conforta la fe de aquellos que, a pesar de los días, años y siglos que pasen, continúan esperando a su Señor como el primer día (1ª tesalonicenses 4:18). El Señor los llama “buenos siervos” (Mateo 24: 45-47; Lucas 12:26-38, 43-44). Quizás algunos de los pasajes más consoladores para aquellos que, cual viuda, han vivido clamando justicia sin recibir respuesta de los hombres, son estos:
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” Santiago 5: 7-8
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” Romanos 12:19
La parábola de la viuda y el juez injusto culmina con una afirmación y una pregunta que nos hace reflexionar sobre el estado actual de la llamada “iglesia”a más de dos milenos de esta memorable enseñanza. Primero una afirmación: “Pronto les hará justicia”. Le verdad que esta afirmación nos confirma aún más del sentido de inminencia que los creyentes deben mantener, y aún reivindicar, luego de que la iglesia católica y sus filiales protestantes, presentaran una enseñanza diametralmente opuesta a esta perspectiva. Los creyentes de los primeros tres siglos vivían a la luz del inminente regreso de Cristo y del cumplimiento de sus promesas. Sin embargo, el siglo IV trajo consigo un punto de inflexión tal, que la mezcla de teología y filosofía fue un caldo de cultivo para reinterpretar las enseñanzas de Jesus y por lo tanto, la inminencia fue reemplazada por una nueva enseñanza que afirmaba que la iglesia era el reino de Dios, y que el desafío era conquistar el poder temporal como lo propuso Agustín en su “Ciudad de Dios”
El gran problema de esa enseñanza esta en que la biblia dice que el reino de Dios trae consigo muchas bendiciones que no pueden concebirse sino de modo literal. Paz, Seguridad, Justicia, Sanidad a las naciones, restauración de la flora y de la fauna, entre otras promesas. ¿Cuál de estas puede exhibir honestamente la iglesia que se auto proclama como el reino de Dios? ¿Acaso se cumplió la oración que El Señor le hizo al Padre cuando dijo: “Venga tu reino Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra?” (Mateo 6:10) ¿Osaría alguien en decir que la voluntad agradable y perfecta de Dios se hace en la tierra?
Alguien dirá, al igual que Agustín de Hipona, que esas bendiciones ya se cumplieron y que moran en el corazón de cada creyente. Pero eso sería alegorizar las promesas que Dios entrega en su Palabra; por lo que se abriría un paréntesis muy amplio respecto a la hermenéutica bíblica que no está considerado en este artículo. Por el momento, cabe señalar de modo categórico, que las promesas del reino son literales, tal cual ha sido siempre el cumplimiento de todas las profecías bíblicas, cumplidas y por cumplirse.
La expresión “pronto” que El Señor utiliza en la parábola, indica la idea de “inmediatez o proximidad”; en otras palabras, es la base de la inminencia que ha de motivar el peregrinaje de los creyentes. Algunos ya murieron esperando sin haber recibido lo prometido, pero vivieron y creyeron que verían en vida el cumplimiento de las promesas de Dios. Por ejemplo, Pablo enseñaba creyendo en el inminente regreso de Cristo (1ª Tesalonicenses 4: 15-17) y sella tal enseñanza con un “por tanto alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1ª Tesalonicenses 4: 18). También les entrega la misma perspectiva de esperanza a la iglesia en Corinto (1ª corintios 15: 51-52)
Por lo tanto, debemos vivir en función del inminente regreso de Cristo quien cumplirá literalmente las promesas que aún estamos esperando. Ese “pronto” es la luz de esperanza que nos ilumina el camino de un mundo tenebroso en donde no mora la justicia. Es la base de sustento y vigor en donde se sostiene nuestro peregrinaje. Es vivir mirando hacia arriba puestos los ojos en Jesús para que nuestro ánimo no se canse hasta el desmayo. Sin embargo, no serán muchos los que crean que este “pronto” es una promesa literal; por tal razón, el Señor hace una pregunta al término de esta parábola: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (V8). Podríamos formular esta pregunta de la siguiente manera: ¿Habrá alguien que este esperando al Señor?
Sabemos que la palabra fe tiene dos componentes, a la luz de hebreos 11:1. Primero, la fe es la certeza de lo que se espera, es decir, es la base de una esperanza. La palabra “certeza” tiene que ver con esencia o sustancia. Dicho de otro modo, la fe significa esperar algo concreto y sustancial; no tiene que ver con subjetivismos filosóficos; sino que con enseñanzas bíblicas claras y objetivas. No podría ser otra de otra forma, sino que en el cumplimiento de las promesas de Dios mediante el inminente regreso del Señor Jesucristo. Si no fuera así, entonces los textos que preceden a hebreos 11:1, quedarían obsoletos (vea hebreos 10:25, 32-37)
En segundo lugar, la fe es la convicción de lo que se espera. Acá la palabra “convicción” significa demostración de creer en lo que no se ve; en lo invisible, y esto, mediante el testimonio del creyente que anda por fe. Es decir, la fe es demostrable por aquellos que, aunque chocan con la razón, la ciencia y el humanismo, siguen confiando y demostrando con su propio testimonio que ha creído en las promesas de Dios. Por supuesto que esta demostración es “locura” para lo no creyentes o religiosos (1ª corintios 2: 14).
En consecuencia, la fe significa en términos simples, “certeza de esperanza y convicción de lo invisible” Nadie ha visto al Señor, pero los creyentes creen en Él, y le creen a Él, a pesar de no haberlo visto. Esto es fe. Y a esto se refiere Cristo cuando pregunta: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (V8), es decir, ¿habrá alguien le esté esperando?
El tiempo final será marcado por una “iglesia” que tendrá la característica carente de fe, y no al revés como algunos insisten. El secularismo será el sello en la llamada cristiandad conforme a las profecías bíblicas. La mayoría de estas “iglesias” no están esperando al Señor, porque la raíz de su doctrina no reposa en la fe apostólica, sino que en la patrística consolidada en el siglo IV. Su perspectiva es terrenal y de dominio. Ellos enseñan que no es verdad tal enseñanza como “la inminencia”, confrontando con ello, la doctrina de los apóstoles y los cristianos pre-nicenos (antes del primer concilio ecuménico de Nicea – Año 325 a.C.). Para ellos la búsqueda y consolidación de la justicia se obtendría con una humanidad sometida al cristianismo, y allá apuntan sus esfuerzos. A la verdad, no se cuestiona su sinceridad, sino que la manera católica de interpretar la biblia.
Amados hermanos, no dejemos de orar siempre para no desmayar ante un mundo de pecado e injusticia. No olvidemos que Pablo decía: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” Romanos 1:18.
Nuestro continuo clamor al Señor muy pronto será cumplido. El Señor cumplirá sus promesas, y nosotros debemos vivir siempre como si fuera el último día de transito por la tierra. Dios nunca se cansará de oírnos y nunca se agotará su paciencia. Pronto se nos hará justicia. “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” hebreos 10:23. Que así sea. Amén. maranata.
PEL 09/2014