“Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” 1 Corintios 14: 23

Como bien sabemos, la iglesia más carnal que revela el nuevo testamento es la de los corintios. En aquella comunidad  cristiana había desorden, pleitos, partidismos e inclusive pecados de incesto.

Gracias a las dos epístolas que el apóstol Pablo escribió a esta iglesia en Corinto y que el Espíritu Santo consignó dejarlas en el canon sagrado, podemos entender grandes y relevantes doctrinas que se desprenden a partir de los grandes errores cometidos allí. El orden de Dios, la cena del Señor, la resurrección, el arrebatamiento, los dones espirituales o la ofrenda,  son algunas de las importantes enseñanzas que manan desde las dos epístolas a los corintios.

No obstante a la abundancia de la carnalidad de los Corintios, esta iglesia además se revela como la más abundante en cuanto a los dones espirituales. Con esto podemos concluir que los dones espirituales no se sujetan a la espiritualidad, ya que queda evidentemente demostrado que un hermano puede tener muchos dones espirituales, pero que no garantiza necesariamente su espiritualidad y madurez.

Los corintios se jactaban de  que tenían dones de sanidad, milagros, lenguas, profecía, etc., pero sus frecuentes  frenesís  no les permitían reconocer ni enmendar sus propios errores. Para ellos las señales y muestras extraordinarias eran suficientes como para confirmar la presencia y aprobación divina en sus reuniones. Cuan equivocados estaban.

Por tal razón, el apóstol Pablo trata tres capítulos completos respecto a instruir y corregir sobre el uso y mal uso de los dones espirituales. En particular, el apóstol les presenta el asunto de las lenguas que era el don preferido por ellos y que se había transformado en casi un juguete predilecto en sus reuniones; él les enseña que las lenguas deben cumplir con el objetivo de bendecir a los oyentes incrédulos y que además tenían que necesariamente tener interpretación, de lo contrario, se debía callar en la congregación.

“Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete si no hay intérprete, calle en la iglesia” 1 Corintios 11:27-28

Evidentemente,  esta instrucción estaba siendo violada deliberadamente en la iglesia de Corinto y por ese motivo,  es que el apóstol nuevamente insiste y cataloga esa actitud como una locura a juzgar por cualquier incrédulo que pudiera entrar en la reunión en medio del frenesí del momento.

¿no dirán que estáis locos?” 1 Corintios 14: 23

La iglesia de Corinto tiene su fiel réplica en la actualidad y es la afamada iglesia Pentecostal y carismática.

La doctrina Pentecostal se basa en lo que ellos llaman “las manifestaciones del Espíritu Santo” que se derramaron en el día de Pentecostés. No obstante, lo que allí ocurrió fue la llegada del Espíritu Santo según la promesa hecha por el propio Señor Jesús (Hechos 1:5). En ese día, los que estaban reunidos comenzaron a hablar en otros idiomas según el mismo texto lo señala,  y nunca fue lo que hoy se conoce como el don de lenguas.

La enseñanza Pentecostal afirma su experiencia a la luz de las escrituras en lugar de que las escrituras regulen su experiencia. Craso error en creyentes que desean ajustar sus vivencias buscando uno y otro pasaje de la biblia para justificarlas.

En la historia de la iglesia no se registran situaciones de experiencias extra bíblicas, y solo hasta finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en particular  con el llamado avivamiento de la calle Azusa en Los Ángeles CA EE.UU. cuando un predicador de origen afroamericano llamado William Seymour,  vivió junto a su feligresía Metodista, una reunión entre el éxtasis y el frenesí, lo que después fue catalogado como la segunda obra de gracia o “bautismo del Espíritu Santo” con la evidencia de hablar en otras lenguas.

El movimiento Pentecostal enseñó que “las lenguas” se trataban de palabras ininteligibles o extáticas y que eran la evidencia de haber recibido el Espíritu Santo, es decir, nadie antes habría tenido el Espíritu Santo ya que no existió registro de aquella nueva experiencia; lo cual es absurdo y anti bíblico. ¿Acaso hermanos admirables que dejaron un gran legado, como Lutero, Calvino, Darby o el mismo Spurgeon, entre otros,  no tenían el Espíritu Santo dado que ellos jamás hablaron en lenguas?

La biblia es clara en enseñar que “las lenguas” eran idiomas y fueron usadas para pregonar el evangelio en diferentes lugares y con diversos dialectos en la era apostólica.

“¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” Hechos 2:8

Respecto al mal llamado “don de lenguas” hay mucho que decir. Ya que la expresión ininteligible, jerigonza o lengua extática ha sido usada por milenios por las culturas paganas, por las sectas satánicas y también por la renovación carismática católica. Por lo cual debemos tener mucho cuidado.

Si Ud. estimado lector (oyente) analiza a la mayoría de las personas que dicen tener el “don de lenguas” preste atención en especial a una palabra que se hace muy frecuente en sus expresiones extáticas y que es la palabra “RAMA” la cual se repite mucho en medio de estos supuestos éxtasis.

Por si no lo sabía, “RAMA” es la expresión mas usada por los rezos HINDÜES; de hecho el rezo de los Hare Krishna dice en su mantra: Hare Rama, Hare Rama, Rama, Rama, Hare, Hare. La palabra en sí, hace alusión a la manifestación del dios Hindú Vishnu.

Esto no es una idea ni conjetura personal, el apóstol Pablo ya lo había advertido hace casi 2000 mil años atrás.

“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” 1 Corintios 12: 1-3

El apóstol advierte de la necesidad a no ignorar el tema de los dones espirituales y sobre todo cuando podría haber sido mal usado. Hay comentaristas que indican que en la iglesia de Corinto en medio de aquellas frecuentes reuniones frenéticas y éxtasis, se caía en la blasfemia de maldecir a Jesús sin saberlo, por tal razón, Pablo les dice en esta primera carta que:

“…nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” 1 Corintios 12: 1-3

A propósito de mantra, la iglesia evangélica entre todas estas extravagancias que ha adoptado, también ha incorporado los milenarios “mantras” de las religiones hindú-budistas y que consisten en repeticiones de sus cantos o rezos.

Recordemos al afamado Beatles George Harrison quien popularizó su éxito “My sweet Lord” en donde pone a la misma altura a Buda, Brama o Cristo, y el mantra de los hare Krishna a la altura de la expresión de alabanza judeo cristiana “aleluya”.

Hoy los cánticos de muchas iglesias pentecostales y carísmáticas son conformados por pequeñas frases o palabras,  como por ejemplo el mismo “aleluya”,  y que se repite una y otra vez a manera de “mantra” produciendo en la feligresía una especie de hipnosis colectiva.

Sin duda, el nacimiento del pentecostalismo abrió aquella puerta muy peligrosa, ya que fue reemplazada la autoridad absoluta de la sola escritura por la experiencia personal y colectiva. En otras palabras, ya no era la biblia la norma de conducta y de fé, sino que ahora era la experiencia que se debía ajustar y sustentar, inclusive torciendo el texto sagrado.

No obstante, el asunto de las lenguas no era lo grave considerando lo que se venía a futuro,  que ni los padres del pentecostalismo pudieron augurar; me refiero al nacimiento del movimiento carismático y neo Pentecostal.

En lo personal, recuerdo que con mi madre asistíamos eventualmente a alguna reunión Pentecostal y veíamos la clásica y decrépita imagen de mujeres despeinadas con sus cabellos tapando sus rostros, con sus blusas entre salidas de sus faldas, y girando como trompos en medio de la reunión, entre gritos, saltos y trances. También algunos hombres tiritando fuertemente como  por efecto de descargas eléctricas que les recorrían todo el cuerpo.  Yo aún siendo niño le preguntaba a mi madre que significaba todo eso, y ella me respondía: “ellos dicen que los toma el espíritu…”  ¿Cuál espíritu me pregunto ahora?

Con los años y con mayor comprensión de las santas escrituras, por la gracia de Dios uno descubre que esos espectáculos de frenesí y catarsis colectiva,  en nada se sustentan por las escrituras, es mas, se asemeja a síntomas de personas que están bajo alguna influencia extraña o maligna, muy parecido por no decir idéntico a los espectáculos de posesiones en los rituales de Vudú, candombé, macumba o terapias de autoayuda de la nueva era.

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” Gálatas 5:22-23

“….hágase todo decentemente y con orden” 1 Corintios 14:40.

La escritura enseña que la característica de una persona llena del Espíritu refleja virtudes de paz, dominio propio, orden y decencia, virtudes diametralmente opuestas a los espectáculos que se ven en algunas congregaciones evangélicas de corte Pentecostal y carismático, donde la reunión se transforma en expresiones y manifestaciones de éxtasis frenéticos lejos de toda racionalidad, tan igual como la experiencia de los corintios.

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” Romanos 12:1

El apóstol Pablo enseña que el culto entregado a Dios ha de tener la debida racionalidad donde  se lea, se  escuche, se medite y se aprenda  la Palabra de Dios, llenando nuestro intelecto, emociones y voluntad del célico tesoro. Los éxtasis frenéticos nunca fueron la característica de reuniones o cultos legítimamente cristianos.

No obstante, cuando se expone esta temática a personas que practican y defienden la doctrina Pentecostal, en lugar de meditar y analizar el tema, se produce una reacción confrontacional a tal punto, que ellos dicen que su experiencia no tiene explicación y que solo los verdaderos hijos de Dios bautizados por el Espíritu Santo pueden comprender. De ahí nadie los puede sacar, ni siquiera el testimonio de la biblia.

Las lenguas, las danzas, la levitación, los gritos, alaridos de animales, la llamada risa santa o los famosos tumbazos  o caídas al suelo mediante el soplido o el chaquetazo del “ungido de turno”, son algunas de las manifestaciones irracionales y antibíblicas que se viven en los cultos carismáticos.

Tal vez muchos vieron aquel video que se subió a Internet y que los noticieros locales se encargaron de difundir, en donde se muestra una reunión de una iglesia Pentecostal o carismática y que mientras la gente, canta, grita y danza,  comenzó a temblar fuertemente, no obstante, el temblor no era la revelación del poder de Dios como decía el predicador de esa congregación, sino que un sismo de intensidad importante, y  que la mayoría pudimos sentir ya que también nos sorprendió durante una reunión dominical.

En aquel video se muestra en especial forma a una mujer que esta moviéndose de manera extraña, así como  convulsiones producto de descargas  eléctricas y  su rostro totalmente cubierto por una copiosa cabellera. En seguida, cuando empezó a temblar,  una serie de hombres corren al centro del local de reunión y comenzaron a contorsionarse de una manera irracional, configurando un espectáculo que en definitiva desprestigia el evangelio y a la legítima iglesia evangélica.

¿Puede provenir de Dios aquellas acciones que la propia escritura aclara que son parte del desorden y la carnalidad humana? Lamentablemente  se cumple lo que advirtió el apóstol Pedro cuando dijo:

“…por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” 2 Pedro 2:2

El mundo incrédulo termina mofándose de estos espectáculos y justifica su absoluto desapego y desprecio por el evangelio. Aunque esto no va ser justificativo por parte de ellos delante del trono de Dios cuando tengan que dar cuenta, pero muchas veces somos nosotros los evangélicos, los que a veces nos transformamos en piedra de tropiezo y pésimo ejemplo al mundo incrédulo.

Amado hermano, le exhorto en nombre de nuestro Señor Jesucristo a que examine a la luz de la sagrada escritura todo lo que le han enseñado el tiempo que sea necesario y pida la dirección y dependencia solo del Espíritu de Dios quien le conducirá a toda verdad.

La iglesia de Cristo no es un lugar de terapias hipnóticas, de éxtasis ni de frenesí tan igual como lo hacía la carnal iglesia de Corinto. Las reuniones cristianas no consisten en sacarse demonios unos con otros, en adivinarse el futuro unos con otros o en gritar frenéticamente. El culto a Dios es racional y debe reflejar la cordura, la decencia y el dominio propio. El predicador no necesita moverse de un lado a otro ni vociferar intensamente como para demostrar que tiene poder y unción. La verdadera manifestación del Espíritu Santo se ve en la obediencia del Hijo de Dios y en la necesidad de glorificar solo a Cristo.

Que la gracia de Dios nos dé altura de mira y valentía para reconocer nuestros errores y enmendarlos en Cristo Jesús. Que así sea. Amén.

PEL04/2012

Categorías: Estudio

1 comentario

Gabriela · 28 de febrero de 2018 a las 17:45

Gracias hermano Pablo. Dios le bendiga.

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